Al cierre de esta edición alrededor de veinticinco penitentes, con otras tantas promesas formuladas a raíz de algún don recibido, o de la petición incluida en una manda, se encontraban pendientes de la cantidad de lluvia que podía caer antes de que llegaran las luces del alba, dificultando su participación en el Vía Crucis de los Empalaos, de Interés Turístico Nacional.

En el ambiente había silencio y calles convertidas en peatonales. Eso era lo más destacado que se palpaba en las horas previas al Vía Crucis, en un pueblo que se empala cada Jueves Santo, por fe y convencimiento.

Pero sin duda, y pese a la aparente calma, la procesión, iba por dentro, y nunca mejor dicho, de los casi treinta empalaos que habían hecho una promesa.

Ni que decir tiene que Valverde de la Vera vive de una manera especial la Semana Santa, no solo por el rito de los empalaos, "sino por los múltiples actos que tienen lugar", aseguró el presidente de la cofradía de la Pasión de Jesucristo y Hermanos Empalaos, Jesús Patón. Según este, hay "dos formas de ver los empalaos: una bajo el prisma religioso, y otra desde el aspecto cultural". En este sentido, destacó las procesiones, incluida la que tuvo lugar por la mañana, del Cristo del Humilladero, esculpido en "una hermosa talla de madera".

El número de visitantes y curiosos comenzó a aumentar a medida que se acercaba la media noche, y hasta la luna, que por primera vez se muestra llena esta primavera, se peleó con un nubarrón negro, para que la dejara pintar de plata el bello casco urbano de Valverde de la Vera, e iluminar las siluetas de los empalaos.