Miguel Cabello (Siruela, 1965) ha sido ganadero toda su vida. Igual que lo fue su padre, igual que lo son sus hijos. Pero la actual sequía hace que el mantener su explotación ovina sea más una cuestión de fe que una labor rentable.

«Estamos sufriendo la mayor sequía del siglo. No lo decimos nosotros, está en todos los medios de comunicación», dice.

Pero, a pesar de la situación extrema, Agroseguro no les está cubriendo: «Ellos tienen un índice, pero esa no es la realidad del campo», argumenta.

Cabello habla de una situación dramática y que, teme, va a continuar alargándose en el tiempo si la falta de lluvias no da un respiro: «un mal verano es un mal otoño, esta situación viene arrastrándose desde primavera y tampoco sería bueno que viniera una tromba de agua que lo arrastrase todo», cuenta.

La falta de lluvias condiciona su día a día, ya que tiene que sacar a las ovejas para alimentarlas y darles de beber. «No hay pastos y los abrevaderos están secos», detalla. «Se han perdido muchas plantas, muchas semillas. Y no sólo lo sufro yo y los ganaderos, también hablas con los agricultores y apicultores y es una ruina», dice este pastor de la comarca de La Siberia.

Y tal y como explica Cabello «las desgracias nunca vienen solas». Se refiere a la caída del precio para el ovino y también de la lana: «En esta situación, estamos perdiendo dinero», lamenta.

Aún así, este pastor no se resigna y está feliz de que sus hijos sigan sus pasos porque «es un defensor del mundo rural y de la España vaciada».

Del mismo modo lamenta que la falta de unión en el sector agrario y ganadero les haga no ser fuertes para reclamar ayudas a la Administración, pero no pierde la esperanza: «Ojalá podamos hacer algo por el campo».

Este ganadero no quiere entrar en polémicas sobre la medición hecha por Agroseguro que define el grado de sequía: «Yo no entiendo de satélites, yo entiendo de campo y mi ganado no tiene ni pasto ni agua», sentencia.