El noveno mes de nuestro calendario, el mes de septiembre, tiene sus particularidades. Como otros muchos meses, dicho sea de paso. Si diciembre es el mes navideño y agosto un mes de arena fina y agua salada, Septiembre es el de la vuelta al cole. En septiembre, los libreros no dan abasto para vender tantos lápices, bolígrafos, libros y libretas. Los padres se agolpan, de nuevo, en las puertas de los colegios. Los coches aparcados en doble fila vuelven a adornar el perímetro de los colegios. Y niños y jóvenes corean bostezos por pueblos y ciudades.

Es el mes en que se forran los libros, en que se vuelve a oír el traqueteo de las mochilas con carro, y el llanto de los pequeñines de la casa ante la incertidumbre de lo desconocido, pero también del reencuentro con los compis de clase para los que son un poquito más mayores. El de la vuelta al horario, al pitido del despertador, al acostarse a buena hora para estar fresco por la mañana. El del éxodo, rumbo a la universidad, de los jóvenes de pueblo con destino a la ciudad, y el recibimiento de los veteranos a los recién llegados a base de novatadas. El de la incertidumbre de los maestros y profesores sin plaza, a la espera de un destino en que cubrir una vacante o una baja.

XCOMOx en el primer mes del año, las familias también tienen que subir una rampa empinada en septiembre. Y ésta deja a la economía familiar tan temblona como en Enero. En este caso, por necesidad, que la educación es materia fundamental, y en enero, a veces, el dinero no va a lo esencial, sino a lo accesorio. Pero septiembre es, también, el mes de reenganche, el de las plantillas casi completas y el de las vacaciones de los rezagados. Es ése en que los parados más anhelan aquellos síndromes posvacacionales de cuando había curro.

Es también un mes del hogar, de guardar y sacar ropa, de desalojos y ocupaciones de roperos. De camas más abrigadas, del empiece del arrope y el cierre de las ventanas. Y es de campo. Del inicio de la campaña de vendimia, y del verdeo en la aceituna. De gente arremangada pisando las tierras extremeñas, de esportones y telones, de remolques y moscas revoloteando.

Es septiembre el noveno mes y, para algunas cosas, el primero, el de inicio, o el del regreso a lo cotidiano. El de la vuelta al hogar, al puesto de trabajo, a la escuela, al campo, a la rutina, a las obligaciones. Pero, aún y así, o quizá por eso, tiene septiembre algo de extraño y encantador. Tiene color, aroma, sabor, sonido y tacto propios. No pasa inadvertido. Agrada sentirlo. Gusta vivirlo.