El 24 de julio se cumplen 20 años, en que fue enterrado en Jaraíz de la Vera Javier Ciriaco Cirujano , asesinado brutalmente por la guerrilla colombiana. Ilusionados llegamos a principios de los sesenta varios sacerdotes diocesanos placentinos, el pionero Enrique Valadés y mi persona, destinados al Seminario de Vocaciones Adultas en Medellín, donde tuvimos de alumno a Ernesto Cardenal . José Gil marcharía a Bolivia y vosotros, Agustín Mateos y tú, Ciriaco, fuisteis los más valientes, austeros y ejemplares, pues vuestra misión estaba en zonas rurales, abandonadas, pobres, sin ninguna comodidad, sin luz eléctrica y sin un refrigerador para tomar agua fría en esos calores. Pero era envidiable tu entusiasmo constructor y fundador de colegios, y en unas de esas visitas, llegamos en jeep y luego a caballo al caserío, donde años más tarde te esperaron para secuestrarte y asesinarte.

El Padre Cirujano llegó a Colombia en 1964 y ejerció en San Jacinto, Departamento de Bolívar, por varias décadas. Conocía a todos en el pueblo, la mayoría de las generaciones jóvenes habían sido sus alumnos, sirvió incluso de intermediario en algunos conflictos con la guerrilla y aunque ya estaba pensando en venirse a sus 68 años a retirarse a España, se marchó un 29 de mayo de 1993, a dar la Primera Comunión a un caserío, Las Lajitas, a pesar de los consejos de algunos feligreses, que le advirtieron que por allí andaba la guerrilla. Al volver, les salieron unos hombres armados, llevándose al Padre 'Javier' (así le llamaban, nombre que yo le pusiera y él asumió), porque "querían conversar con el Padre sobre cuestiones políticas".

A mediados de julio apareció su cadáver, torturado, apaleado, castrado, con machetazos por todo el cuerpo. Su ejecución fue asumida por un grupo autónomo del ELN ¿Son éstos los ideales iniciales 'cristianos' de la ELN de Camilo Torres , y de los curas españoles Domingo Laín y comandante Manuel Pérez ? De aquellas ilusiones evangélicas de justicia y de la opción por los pobres, que hablaba en los sesenta con vosotros, ya solo queda basura salvaje, deshumanización, criminalidad, locura animal. Por eso debemos reconocer nuestro error y culpabilidad los que fuimos admiradores vuestros, aunque no tomamos nunca parte de la violencia armada.

Ansiamos, querido Javier Ciriaco, que tu sangre y la de tantos inocentes, asesinados por guerrilleros, militares y paramilitares, sea fecunda semilla de justicia y concordia humana. ¡Ha llegado la hora convertir las armas en azadones de labranza para los sufridos campesinos y lograr los acuerdos de paz en la preclara Colombia!