Calientes aún los rescoldos del bombazo que lanzó Ferran Adrià el martes --cuyo anuncio del cierre momentáneo del restaurante El Bulli fue recibido con palabras de ánimo y comprensión por la mayoría de los chefs presentes en Madrid Fusión--, la feria gastronómica dedicó su última jornada a homenajearse. Por la mañana, Juan Mari Arzak, acompañado a los fogones por su hija Elena, destapó secretos y anécdotas, no tanto de su cocina, como de su personalidad.

"¿Tu carácter hablador ha influido en tu éxito?", le preguntó Iñaki Gabilondo en una charla abierta al auditorio. "Lo principal es cocinar bien, pero crear un buen ambiente también es importante. Yo nunca como bien si me aburro", respondió el cocinero a cuento de su afición a pasearse por las mesas de su restaurante a pegar la hebra con los clientes. "Me gusta tener amigos hasta en el infierno. Oye, si son buena gente, ¿por qué no? Para ser buen cocinero has de ser un poco golfo, pero sano", argumentó el chef.

La cita buscaba glosar la figura de Arzak, y al convite se sumaron sin ningún tipo de pereza Martín Berasategui y Pedro Subijana, que no dudaron en saltar al escenario para fundirse en besos y abrazos con el maestro donostiarra.

Por la tarde, los tres cocineros vascos volvieron a posar juntos en una nueva foto. Madrid Fusión quiso reunir a los que considera "iconos de una década prodigiosa en la cocina española". A esta santa mesa estaban convocados 17 chefs, entre ellos Adrià, Sergi Arola, Quique Dacosta, Andoni Luis Aduriz, los hermanos Roca y Dani García. Solo inesperados apretujes de agenda causaron alguna baja, pero quedó clara la campechanería que se respira entre los cocineros locales.