“Políticamente digo que mantenemos nuestra postura. Suecia yAlemania tendrán que hablar por ellos mismos pero es impensable para Austria acoger a los solicitantes de asilo de toda Europa”. El canciller austríaco, Werner Faymann, llegaba a la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE) sin modular su postura. Su plan para permitir el tránsito de refugiados a través del país y limitar las solicitudes de asilo a 37.500 personas por año y a 80 por día -aplicable desde este viernes- ha envenenado de nuevo el debate sobre la crisis migratoria. La Comisión Europea ya le ha respondido que las medidas son “incompatibles” tanto con la legislación europea como con la internacional.

“Les insto a que reconsideren las medidas unilaterales que están proponiendo”, advierte el comisario de inmigración, Dimitrios Avramopoulos, en una carta remitida este jueves a Viena a la que ha tenido acceso EL PERIÓDICO. En la misiva, recuerda que la Comisión Europea ya adoptó la semana pasada medidas para aliviar la presión que padece el país suspendiendo el 30% de la cuota de refugiados que deben de reubicar de Grecia e Italia y que la decisión austríaca genera “preocupaciones” en Bruselas.

Y lo hace por dos motivos. Para empezar porque el deseo de un refugiado de transitar por el país para llegar a otro destino “no es aceptable”. Las personas susceptibles de solicitar protección internacional deberían pedir asilo en el “primer país seguro al que llegan” y “no tienen libertad de circulación hacia el país de su preferencia”. En segundo lugar, porque el techo de solicitudes de asilo a aceptar “es incompatible” con la legislación europea e internacional, especialmente con la Convención Europea de Derechos Humanos y la Convención de Ginebra.

Faymann, que insiste en que el año pasado ya acogieron a 90.000 personas, ha anunciado que responderá por carta al Ejecutivo comunitario una vez analicen la misiva pero primero lo ha hecho ante el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en una conversación “amigable”. “Somos un buen ejemplo del reparto de refugiados en Europa y no defendemos un punto egoísta. No decimos que Grecia e Italia deben resolverlo”, se defiende. La realidad, sin embargo, es que su decisión mina los esfuerzos deAlemania por promover una solución europea, mete de nuevo presión y aumenta la tensión entre los líderes de la UE ante un problema que sigue sin solución.