En una ciudad dividida por el odio sectario como Belfast, donde cada cual tiene un sentido enfermizo de "su" territorio, los inmigrantes son el nuevo blanco de la violencia. Más de 100 rumanos, entre los que había mujeres, hombres y niños, incluido algún recién nacido, tuvieron que ser realojados temporalmente ayer en un centro de recreo, después de una semana de agresiones y ataques racistas.

La situación empeoró en la noche del martes cuando una veintena de familias, la mayoría de etnia gitana, se vio forzada a dejar sus casas, en Wellesley Avenue, en el barrio de Lisburn.

Las viviendas fueron atacadas por un grupo de desconocidos, que rompieron cristales, lanzando ladrillos y botellas. Uno de los agresores, según contaron las víctimas, amenazó con cortarle el cuello a una niña y otro sacó una pistola. "Esta gente está aterrorizada y ha corrido el riesgo de perder la vida a manos de unos delincuentes racistas que no representan a la mayoría de la gente de Irlanda del Norte", señaló Martin McGuinness, el viceprimer ministro del Sinn Féin, en la Asamblea norirlandesa. La mayoría de las familias realojadas solo pensaba ayer en volver a su país, mientras las autoridades trataban de convencerles de que no abandonen la provincia.

El primer ministro británico, Gordon Brown, lamentó lo ocurrido y dijo confiar en que "las autoridades sean capaces de tomar todas las medidas necesarias de protección". Las fuerzas policiales negaron las acusaciones de haber intervenido demasiado tarde.

SIN DETENCIONES Anoche aún no se había registrado ninguna detención. Los incidentes contra las familias rumanas no son un hecho aislado. Hace un mes, un partido de fútbol entre las selecciones de Irlanda del Norte y Polonia para el Mundial de Suráfrica degeneró en serios disturbios, con cuatro policías heridos. En abril, húngaros, lituanos, eslovacos y polacos denunciaron haber sufrido intimidaciones en la misma zona de la ciudad.

Algunas fuentes creen que en los ataques a las distintas minorías han estado implicados paramilitares lealistas, mientras otras sospechas recaen en los miembros del grupo fascista Combat 18.