Tras cinco años de Gobierno conservador, Italia se quedó ayer huérfana de Silvio Berlusconi. El primer ministro saliente presentó formalmente la dimisión de su Gobierno al presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, después de que la coalición de derechas perdiera las recientes elecciones legislativas.

La renuncia de Il Cavaliere , sin embargo, no acaba con el embotellamiento institucional que padece el país, parálisis política que solamente comenzará a esclarecerse a partir de hoy. El próximo 18 de mayo acaba el mandato presidencial de Ciampi, el hombre que tiene que hacer el encargo formal de formar Gobierno, y las diferentes fuerzas políticas proponen dos soluciones: dar inmediatamente un nuevo Gobierno a los italianos, o esperar a que sea el próximo jefe del Estado el que asuma el encargo.

"Este jueves o viernes tendré listo mi Ejecutivo", adelantó Prodi, remitiendo al presidente Ciampi la agenda de su presentación, juramento del cargo y voto de confianza en el Parlamento. Il Professore desea enviar una señal de tranquilidad y estabilidad al mundo económico, a los mercados internacionales y a la UE.

Pero los Demócratas de la Izquierda (DS, por sus siglas en italiano), principal aliado del futuro jefe del Gobierno, frenan esta aspiración con el objetivo de tener tiempo para poner en pista a Massimo d´Alema como candidato a suceder a Ciampi.

Debido a sus aspiraciones a ser jefe del Estado, D´Alema quedaría descartado para ocupar un cargo en el Ejecutivo. Si finalmente no resultara elegido presidente, se quedaría sin nada.