La dimisión de Gordon Brown abrió ayer el camino a una posible coalición entre laboristas y liberales. El primer ministro británico dio ayer por terminada su carrera política, anunciando su renuncia como líder laborista. El partido pondrá en marcha el proceso para la elección de un nuevo dirigente, que deberá estar en el puesto para el congreso anual, que está previsto que se celebre entre el 26 y el 30 de septiembre, en Manchester. Brown aclaró que no se presentará a la reelección ni respaldará a ningún candidato.

Tras la derrota sufrida en las elecciones del pasado 6 de mayo, en las que los laboristas perdieron 91 escaños, la situación de Brown era insostenible. Importantes figuras de su equipo, incluido el ministro de Comercio, Peter Mandelson, le habían hecho ver durante el fin de semana que su intento por mantenerse en el puesto era un obstáculo insalvable para cualquier posible coalición con los liberales. El liberal Nick Clegg reconoció poco después del anuncio que la dimisión de Brown era un elemento "importante" en las negociaciones formales, que anoche comenzaron con los laboristas, mientras continúan las conversaciones con los conservadores.

Los tories reaccionaron a la dimisión de Brown ofreciendo inmediatamente a Clegg una coalición formal de gobierno y un referendo para el cambio del sistema electoral. "Proponemos de buena fe a los liberaldemócratas un Gobierno estable, con una considerable mayoría parlamentaria, en coalición y con un referendo sobre el sistema alternativo de voto", declaró Georges Osbrone, uno de los negociadores de los conservadores. Otro de los tories del equipo, William Hague, habló de "un esfuerzo extra" y, en lo que calificó como "última oferta", ofreció a los liberales "un Gobierno de coalición con la celebración de un referendo sobre el sistema alternativo de votación, para que la gente de este país pueda decidir".

CARA A CARA Clegg se reunió cara a cara tanto con Gordon Brown como con David Cameron, y mantuvo un largo encuentro con el grupo parlamentario liberal, donde las opiniones sobre el rumbo a tomar estaban muy divididas. Muchos de sus miembros tienen graves reticencias a establecer cualquier pacto con los conservadores.

La crisis se prolonga y la situación ayer en Westminster parecía caótica. Era el día en que se incorporaban los diputados, recién salidos de las urnas, muchos de ellos debutantes, pero nadie sabía muy bien qué papel le correspondía jugar. Unos no tenían claro si estaban en el Gobierno o en la oposición. Algunos miembros del Gabinete eran desde media tarde rivales por el liderazgo laborista.

Y, entre tanto, la reina, en el palacio de Buckingham, continuaba anoche esperando --como el resto de los británicos-- para saber a quién deberá invitar en los próximos días como primer ministro a formar Gobierno. Fuentes del palacio indicaron que el traslado desde Windsor de la soberana estaba previsto con anterioridad a la actual situación. Las mismas fuentes también insistieron en que la reina se mantiene al margen de las negociaciones políticas. Isabel II está siendo informada de la marcha de los acontecimientos por su secretario privado, Christopher Geidt.