El nuevo plan político y económico del presidente de Estados Unidos, George Bush, sobre Irak no se conocerá hasta la semana que viene, pero el dirigente está moviendo muchas de las piezas con las que juega una partida que de momento no puede ganar. Tras el relevo en la secretaría de Defensa del arquitecto de la guerra, Donald Rumsfeld, por Robert Gates, Bush ha decidido reorganizar profundamente el actual organigrama militar y diplomático estadounidense. Pero los cambios avanzados ayer por la prensa del país, que aún no son oficiales, no despejan las dudas que pesan sobre la existencia de una política para el conflicto que pueda contar con el respaldo unánime de la Administración y el Congreso.

Uno de esos cambios surge de los movimientos en el puzle diplomático. Con la intención de nominar al actual embajador en Irak, Zalmay Khalizad, como el sustituto del no menos polémico John Bolton para la misión de EEUU ante las Naciones Unidas, la Casa Blanca ha tenido que buscar relevo para la embajada en Bagdad. Y su elegido es Ryan Crocker, representante de Washington en Pakistán, quien inició su carrera diplomática hace tres décadas en Irak.

Pero son los cambios en la cúpula militar los que plantean más dudas, pues entre el Ejército y la Casa Blanca sigue abierta una profunda brecha sobre la estrategia de la ocupación y, ante todo, sobre el potencial despliegue de más tropas en Irak. Los generales George Casey y John Abizaid, máximos mandos militares de EEUU en Irak y Oriente Próximo, que han mostrado reservas sobre la oportunidad de ese incremento, serán relevados.

VUELVE PETRAUS A Casey le sustituirá en Irak el lugarteniente general David Petraus, que alcanzó notoriedad en el inicio de la posguerra por su entrenamiento de las tropas iraquís. Mientras, para relevar a Abizaid como mando en Oriente Próximo se ha tomado la inusual decisión de elegir al almirante de la Marina William Fallon, actual máximo responsable militar de EEUU en el Pacífico y con poca experiencia en la difícil zona a la que será destinado. Fallon deberá supervisar no solo el conflicto en marcha en Irak, sino también el de Afganistán.

Petraus y Fallon heredarán complejas misiones a las que pronto se podrían añadir más soldados, una decisión a la que se oponen parte del Pentágono y del Congreso. Se espera que el miércoles Bush anunciará que los 140.000 soldados desplegados en Irak aumentarán en un número no precisado que podría llegar a 20.000. Numerosos militares creen que un incremento de ese calibre sería una pesada carga para el Ejército sin resultados efectivos en Irak, donde muchos defienden que son los iraquís quienes deben asumir la responsabilidad.