Casi 10 años han pasado del levantamiento popular del 2001 en la región argelina de la Cabilia, al norte, y entre las víctimas, muy jóvenes, todavía rondan las imágenes de las balas de fuego, las marcas de las violaciones y de la tortura. Una masacre de 125 personas y miles de heridos de por vida por reclamar la identidad bereber pero, sobre todo, una solución a la miseria, la corrupción y el paro, que han perseguido a toda una región conocida como "la pequeña suiza". El apodo lo recibió porque fue el único lugar que escapó de los atentados terroristas durante la guerra civil argelina de 1992 y que causó un baño de sangre de 200.000 cadáveres.

A la ya incipiente hostilidad por abusos de poder y de ausencia de democracia se ha sumado este año la subida de los precios de los alimentos básicos (el azúcar, la leche o el aceite) y el paro que, lejos de menguar, sigue disparado para una juventud que representa el 75% de la sociedad argelina.

Es la chispa para que, una vez más, prendiera la ira juvenil y se incendiaran edificios públicos, vehículos, contenedores... "¡De lo contrario no nos escuchan!", dice por teléfono un cabili, Mizouk Makedhi, de los muchos que se han echado a la calle para liberar el descontento social reprimido. Afirma que 10 años después "nada ha cambiado", y añade: "Somos de los países más ricos por el petróleo y gas, pero malvivimos...". Pelea a diario para llevarse al bolsillo dos euros como aparcacoches, una fortuna. En verano, como animador de bodas, gana un poco más.

Elevada tasa de suicidios

En Argelia, el que no emigra, tantea las filas islamistas, o peor aún, se suicida. "Esta es la región que más suicidios ha registrado. Algunas encuestas hablan de dos al día", asegura este candidato a la emigración a Canadá. "En todo el país la situación es crítica, pero la Cabilia es peor. Apenas hay seguridad. Aquí ha nacido el vandalismo, y aquí se refugian los islamistas. Los inversores no quieren penetrar en esta región. Las familias están condenadas a vivir del comercio en el mercado negro".