La crispación reinante desde hace días en Jerusalén derivó ayer en una batalla campal entre israelís y palestinos, que se saldó con medio centenar de heridos y al menos 60 detenidos. El "día de la ira" convocado por el movimiento islamista Hamás tuvo su epicentro en la Explanada de las Mezquitas y dejó asomar el fantasma de una nueva Intifada.

Los disparos de balas de goma se escucharon desde primera hora de la mañana en diferentes puntos de Jerusalén Este. Los 3.000 policías israelís desplegados en la mitad árabe ocupada también emplearon gases lacrimógenos para reprimir el lanzamiento de piedras y quema de neumáticos de jóvenes palestinos. A lo largo del día, se fueron uniendo los sonidos de las ambulancias y los helicópteros que sobrevolaban la ciudad. Mientras tanto, agentes de paisano se mezclaron entre los manifestantes para realizar detenciones.

Los enfrentamientos no fueron ninguna sorpresa para los vecinos de Shuafat, Isauie, Qalandia o Siluan, algunas de las zonas más afectadas por los disturbios, después de semanas de advertencias y días en alerta roja. La apertura de un nuevo centro de oración judío en la ciudad antigua ha sido el detonante.

Los rumores circularon de boca en boca durante semanas y se distribuyeron panfletos que llamaban a los musulmanes a la defensa del tercer lugar más santo del islam. Desde Hamás se llamó al pueblo palestino a participar el martes en "un día de la ira" contra la ocupación israelí. La convocatoria del movimiento islamista, con gran influencia en Jerusalén Este, fue secundada por otros grupos.

"CALMA Y CONTENCION" Hace ya cinco días que las autoridades israelís redoblaron el número de agentes en todos los accesos al recinto e impidieron el paso de los hombres menores de 50 años. El movimiento desde Cisjordania a Jerusalén también fue restringido al máximo.

Por ello, líderes palestinos hablaban ayer de un "efecto bumerán" peligroso ante la rabia acumulada por las políticas de asentamientos, demoliciones de viviendas y desalojos en Jerusalén Este. Recordaban ayer el estallido de la segunda Intifada (2000), cuando el primer ministro Ariel Sharon accedió a la Explanada de las Mezquitas.

"No habrá tercera Intifada", subrayó el jefe de la policía de Jerusalén, David Cohen, convencido de que las aguas volverán a su cauce de aquí al domingo.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, pidió ayer "calma y contención" a las dos partes, al tiempo que renovó su condena a la expansión de los asentamientos israelís.