Hillary Clinton anda de gira por el golfo Pérsico para tocar a rebato cara a las sanciones internacionales a Irán por su programa nuclear. La secretaria de Estado exhibió ayer en Doha (Qatar), en un encuentro con estudiantes, su arsenal dialéctico destinado a evitar que Irán luzca piel de cordero a ojos de los países árabes aliados de EEUU. "Irán está yendo hacia una dictadura militar", afirmó Clinton, para quien la todopoderosa Guardia Revolucionaria iraní "está suplantando" al Gobierno, a las instituciones políticas y a los líderes religiosos, incluido el guía supremo, el ayatolá Alí Jamenei.

Los vecinos de Irán tienen, según Clinton, motivos para estar inquietos y sumarse a la presión internacional en forma de sanciones cuyo principal objetivo serán "las empresas controladas por la Guardia Revolucionaria". La jefa de la diplomacia de EEUU sostuvo que los paramilitares ejercen "un monopolio creciente sobre partes importantes de la economía" iraní y están "a cargo del programa nuclear".

Fundada por el ayatolá Jomeini y bajo el mando directo del guía supremo, la Guardia Revolucionaria es un Ejército paralelo, cuya misión es defender a la Revolución Islámica de sus enemigos interiores y exteriores.

De todo ello se hablaba también ayer en el Kremlin, donde el presidente ruso, Dmitri Medvédev, recibía al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Tel-Aviv exige "sanciones que duelan" y Moscú contemporiza.

Mientras, en el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU, Francia, EEUU y Canadá denunciaban la "sangrienta represión" del movimiento opositor iraní. Por su parte, el representante de Teherán proclamaba el "firme compromiso" de Irán con los derechos humanos y acusaba a Occidente de "doble rasero".