Los uruguayos fueron ayer a las urnas a ratificar un resultado cantado. En la noche del domingo, el exguerrillero José Pepe Mujica, con 74 años y seis balas en el cuerpo, se acercaba a la presidencia de este país. Mujica lidera el Movimiento de Participación Popular (MPP), una de las fuerzas que integran la actual coalición de Gobierno, el Frente Amplio (FA). El exministro de Economía del presidente Tabaré Vázquez, Danilo Astori, es su vicepresidente.

El Pepe, como lo llaman, llegó a esta instancia con una ventaja de hasta 10 puntos, según los encuestadores. Suficiente como para frustrar el sueño de Luis Lacalle, del Partido Nacional (Blanco) de regresar al poder. La victoria electoral de Mujica tiene una carga simbólica enorme: se trata, nada menos, de uno de los nueve exrehenes del Movimiento de Liberación Nacional (MLN) Tupamaros, que la dictadura mantuvo preso 14 años en condiciones infrahumanas.

"Estuve siete años sin leer nada, salvo unos pedazos de diarios", ha recordado. "Tengo que agradecer la enorme apertura política de un pueblo que sabe navegar por encima de los estereotipos", señaló Pepe.

LLAMAMIENTO A LA OPOSICION En vísperas de los comicios, volvió a hacer un llamamiento al diálogo con sus adversarios. Incluso no descartó incorporar algunas de sus figuras al Gobierno. "Somos negociadores hasta el Día del Juicio Final. Y cuando ese señor que, dicen, organizó el mundo, nos pida cuentas, vamos a tratar de negociar con él quedarnos un poquito más en la tierra", dijo el sábado.

A Mujica no le habría alcanzado con su carisma para ganar. Detrás estuvo el FA, un conglomerado que se formó en 1971, reuniendo ideologías heterogéneas, fue consolidándose en la lucha contra la dictadura, administró Montevideo y alcanzó la presidencia hace cinco años. La gestión de Tabaré Vázquez, que tiene un 70% de popularidad, terminó de darle a Pepe el impulso que faltaba.

RETOS Habrá, no obstante, matices y diferencias con el actual mandatario. El propio Mujica adelantó que no repetiría el veto de Vázquez a una ley para legalizar el aborto. Su principal desvelo será el crecimiento de la economía, la llave maestra para continuar el proceso de distribución de la riqueza y, además, poner en marcha algunas de las ambiciosas medidas anunciadas por el actual Gobierno, entre ellos el Plan Cardales, con el que se busca que los hogares más pobres reciban televisión por cable, conexión a internet y teléfono a un precio casi simbólico.