Los cristianos egipcios, que representan algo más del 10% de los 80 millones de habitantes de este país, reclaman estar representados en la mesa de diálogo que ha abierto el régimen con el amplio abanico de partidos y movimientos de la oposición. En estos tiempos de incertidumbre, temen perder el tren de la revuelta y no poder participar en el proceso de transición. A pesar de ser una comunidad que ha intentado siempre mantenerse unida para hacer oír su voz ante la mayoría musulmana, en esta crisis se mantiene dividida.

El clero, liderado por el papa Shenuda III, cierra filas en torno a Mubarak, al que agradece haber combatido el islamismo, la bestia negra de los seguidores de la Biblia en este país, mientras que muchos de sus fieles, víctimas de la represión y el abuso de poder como el resto de sus compatriotas que leen el Corán, no han dudado en sumarse a la revuelta. Los dos rechazan un Estado islámico en Egipto. Los primeros apuestan por la represión para evitarlo, como hasta ahora, y los segundos, por una Constitución laica y democrática.

La fractura entre la comunidad copta --así se conoce a los cristianos egipcios-- es perceptible en el barrio de los zabalines o Mokatam, sin duda uno de los más peculiares de la capital egipcia. Zabalín en árabe significa recolector de basura. Este colectivo, formado por algo más de 50.000 personas, se dedica desde hace más de 40 años a recoger las miles de toneladas diarias de desperdicios que engullen cada día la ciudad de El Cairo, para después reciclarlos.

Vertedero urbano

En los bajos de las casas, de precaria construcción, las mujeres hurgan durante el día en las bolsas y los sacos de basura que los hombres han cargado en sus furgonetas o carros tirados por mulos durante la noche. Es un inmenso vertedero callejero, y el hedor se hace insoportable.

"El poder ha utilizado y manipulado a los cristianos a su antojo. Cuando le ha interesado asustarnos nos ha sacado siempre el fantasma de los islamistas Hermanos Musulmanes para ganarse nuestro apoyo", dice Ezzat Gendy, que dirige la oenegé Espíritu de Juventud, que elabora programas de educación y formación profesional para los chavales del barrio. En su opinión, "muy extendida entre la comunidad cristiana", detrás de los atentados con bomba del Año Nuevo en Alejandría, de los que se acusó a grupos radicales islamistas "extranjeros" y que se cobraron la vida de 30 personas, está el régimen. "Así justifican la represión".

"La gran mayoría de cristianos estamos hartos de Mubarak y los suyos, y aspiramos a un cambio", señala Gendy, mientras camina por las estrechas callejuelas del barrio infestadas de montañas de desperdicios. "Entre los resistentes de Tahrir hay muchos de nuestra comunidad. El pasado domingo celebraron una pequeña plegaria en la plaza, como hacen los musulmanes cuando les toca rezar". Muchas de las pancartas reivindicativas que sostienen los irreductibles de la plaza de Tahrir llevan impresas la media luna musulmana y la cruz cristiana.

Pero los reformistas de la Mokatam tienen al enemigo en casa. El líder espiritual del barrio de los zabalines, el influyente clérigo Abona Samaan, un octogenario de larga blanca barba, no solo ha advertido a los feligreses que esta revuelta solo beneficia a los Hermanos Musulmanes, sino que llamó a los jóvenes del barrio a participar en la manifestación a favor de Mubarak del pasado día 28, la que convirtió el centro de la ciudad en el escenario de una batalla campal. "De aquí salieron hacia Tahrir más de 3.000 jóvenes", recuerda Gendy.

Reivindicación

El director de Espíritu de Juventud cree necesario que la comunidad de cristianos esté presente en el diálogo con el poder. No entiende que se haya invitado a los Hermanos Musulmanes, y no a los coptos.

En las diferentes delegaciones que hablan estos días con el régimen hay dos destacadas figuras cristianas, Naguib Sawiri, uno de los hombres más ricos del país, y George Ishaq, un veterano activista democrático. Ninguno representa a la comunidad que se presenta con orgullo como la descendiente directa de los faraones.