Por fin se acerca el fin de curso. Este año, más que los estudiantes mexicanos, son sus padres los que suspiran aliviados tras un semestre de zozobra. Siempre hay una guardería o una escuela en medio del fuego cruzado entre los sicarios de los cárteles de la droga, o entre esos pistoleros y la policía y el Ejército. Ya han muerto varios chavales a la puerta de los institutos. Y apenas hace un mes, el patio de una secundaria fue tiroteado desde un helicóptero. Las autoridades han empezado a formar a los maestros para "reaccionar ante las balaceras" e incluso un estado, Nayarit, adelantó el fin de curso, oficialmente el 8 de julio, ante la amenaza de los sicarios de entrar en las escuelas a matar a los hijos de sus enemigos.

La preocupación mientras los niños están en clase o en reuniones estudiantiles se ha extendido por todo México. Una alumna de 13 años resultó herida de un balazo en el muslo cuando el helicóptero sobrevoló a baja altura la escuela de Reynosa, en el estado de Tamaulipas, y sus ocupantes dispararon contra los estudiantes en pleno recreo. Pero ya en enero, los sicarios ametrallaron sendas fiestas estudiantiles, en Ciudad Juárez y Torreón, y dejaron 25 jóvenes muertos.

En esa violenta Ciudad Juárez, profesores y alumnos denunciaron que la diversión de moda de los niños era jugar al narco. Chavales de 13 y 14 años formaron bandas que se adueñaron de los pasillos, lavabos y patios de las escuelas secundarias, tomaron los nombres de los cárteles y cobraban cuotas de seguridad y derecho de paso a otros estudiantes y a los maestros.

DESAZON DE PADRES Y CHICOS Más que tranquilizar, la presencia del Ejército en ese y otros lugares del país agudiza la desazón de padres y alumnos. Los operativos mochila , con los soldados tomando institutos para revisar intempestivamente a los alumnos en busca de drogas o armas, provocan casi tanto temor como las balaceras de los sicarios. Según la directora de la oenegé Centro de Investigación y Solidaridad Obrera, Cipriana Jurado, "el Gobierno se empeña en campañas como si estudiantes y jóvenes fueran delincuentes".

Como pandilleros clasificó incluso el presidente, Felipe Calderón, a los jóvenes asesinados en la fiesta de cumpleaños que reunía en Ciudad Juárez a estudiantes brillantes y deportistas. En el mismo error cayó el Gobierno cuando en marzo las balas de los soldados, el temido "fuego cruzado", mataron a las puertas del Instituto Tecnológico de Monterrey a los dos alumnos más destacados de esa prestigiosa universidad. Y los calificó de sicarios.

La muerte de los estudiantes del Tec fue el punto culminante de los denominados "días de miedo", que revelaron a los regiomontanos que hasta la ciudad más prospera del desarrollado norte de México es campo de batalla de los narcotraficantes. Los sicarios sitiaron Monterrey con innumerables narcobloqueos, a base de vehículos robados y atravesados por todas partes, mientras los enfrentamientos entre ellos y con el Ejército dejaban cadáveres de civiles por las calles y llegaban hasta los centros docentes.

ALUMNOS SIN IDENTIFICAR Los militares escondieron las identificaciones de los estudiantes muertos, al tiempo que la Marina afrontaba la sospecha de ejecutar al menos a dos narcomenudistas, o camellos.

El analista Javier Livas señalaba entonces: "Nos encontramos en una guerra irregular. Es el colapso total de las instituciones de este estado de Nuevo León. Todo se está cayendo como si fuera un castillo de naipes".

En Monterrey y otras ciudades los jóvenes han pasado a advertirse a través de mensajes y redes sociales de internet.