Conrad Black, el magnate que llegó a dirigir el tercer imperio periodístico del mundo, ha salido de la cárcel antes de lo previsto. Un coche deportivo negro le esperaba el miércoles a las puertas del Coleman Correctional Institute, la prisión de Florida donde había pasado los últimos dos años y cinco meses de su vida. Tras un corto trayecto, el automóvil penetró en la finca fortificada, al borde del mar, situada en el exclusivo enclave de Palm Beach, donde el magnate tiene una residencia.

Black se presentó ayer ante el juez en Chicago para conocer los términos de una libertad condicional que se da como definitiva. "Es simplemente increíble. Me parece extraordinario lo que ha ocurrido", comentó Tom Bower, autor de una biografía de Black, al saber que el condenado a seis años y medio de cárcel por estafa y destrucción de pruebas está en la calle.

Con la liberación, se abre un nuevo capítulo en la azarosa vida de este ciudadano Kane, que renunció a la nacionalidad canadiense con la que nació hace 65 años a cambio de la británica para poder acceder en el año 2001 a la Cámara de los Lores. Tal honor colmaba la vanidad del entonces propietario del grupo de periódicos británicos Telegraph y el semanario político The Spectator, entre otras muchas publicaciones internacionales.

En aquella época, Black era una figura omnipresente en los fastos de la alta sociedad londinense, que ahora no pierde detalle de su liberación. La vida lujosa y los derroches del empresario y su entonces nueva esposa, la periodista Barbara Amiel, producían cierto sonrojo a quienes consideran la ostentación como un espectáculo de mal gusto. Lord y lady Black poseían una enorme mansión en el barrio de Kensington, el lugar de las grandes fortunas. La pareja tenía además otras casas fabulosas en Nueva York, Toronto y la ya mencionada de Florida.

En la capital británica se desplazaban en un Rolls-Royce Silver Wraith que habían hecho tapizar en piel color púrpura, "igual que el de la reina", como explicó el orgulloso propietario. Entre fiestas y viajes en el jet privado, su esposa abría los armarios y mostraba su inagotable guardarropa a la revista Vogue. "Era un millonario que quería vivir como un multimillonario", dice el periodista Andrew Neil, que fue su amigo.

Cajas de documentos

El deslumbrante tren de vida acabó de golpe, cuando Black fue condenado en el 2007 en EEUU por haber defraudado 6,1 millones de dólares a los socios de su compañía Holliger Internacional, un dinero que había estado utilizando para sus propios gastos. Los jueces también le condenaron por tratar de obstruir la justicia, después de ser filmado llevándose cajas de documentos comprometedores de su oficina en Toronto.

Desde entonces, Black ha tenido que vender el jet privado, el apartamento en Nueva York y la casa de Kensington. El exconvicto puede retornar, en cambio, a su escaño en la cámara de los Lores, pese a los antecedentes penales. Quienes le conocen no dudan de que intentará vengarse de los que le abandonaron en las horas bajas. En cuanto a los negocios, es prematuro dar a un tipo como Black por acabado.