"Me llamo Peter. Creo que tengo 18 años. Creo que vuestra vida no ha sido como la mía. Queréis escuchar mi historia y os la voy a contar". Así empieza Peter, niño soldado (Martínez Roca), el escalofriante relato de la vida de un chaval al que le robaron la infancia durante la guerra de Sierra Leona (1991-2002). Cuando era un crío, los rebeldes le secuestraron, le obligaron a pasar hambre y a empuñar un fusil, le amenazaron de muerte, violaron a sus compañeras y le convirtieron en un monstruo.

El pasado jueves, Peter --seudónimo tras el que se oculta el verdadero nombre del protagonista del relato-- voló hasta Madrid para presentar el libro. Entró en la sala con gafas de sol y con el cuerpo tapado, incluida la cabeza. Por motivos de seguridad, no quería que nadie lo reconociera. Peter, respaldado por Cruz Roja, tomó el micrófono y, en un inglés perfecto, resumió el infierno que vivió en Sierra Leona antes de ingresar en un centro de recuperación para niños soldado.

Un mar de miserias

En la rueda de prensa no quiso ser explícito. Los recuerdos le duelen. Aun así, tuvo valor para explicar que, un día, los rebeldes arrasaron su aldea y lo arrestaron bajo brutales amenazas de muerte.

"Asesinaron a muchas personas. Pequeños y mayores. A nosotros nos drogaron y a las chicas las convirtieron en esclavas sexuales. Nos llevaron a un campo de entrenamiento y nos enseñaron a matar. Como castigo, nos metieron en una fosa llena de porquería. Pasamos tres días sin comer, sin dormir y con el agua hasta el cuello. Después, nos tatuaron las iniciales del Frente Unido Revolucionario", contó.

Peter comenzó a ser persona el día en que se topó con la Cruz Roja y su Child Advocacy Rehabilitation, el programa de apoyo a la rehabilitación de niños combatientes que la ONG tiene desde el año 2000. "Entré porque al leer las siglas, CAR, pensé que daban permisos para coches", bromeó.

El personal de Cruz Roja, al mando del delegado en Sierra Leona, Fernando Travesí, enseñó a Peter y a centenares de niños como él a tener un oficio. Peter escogió el de carpintero, y su liderazgo lo llevó a convertirse en el delegado de su clase.

"No soy el único"

Después de unos meses, decidió que merecía la pena contar su historia. Por eso, se puso manos a la obra junto a su monitor, Fernando Travesí. El resultado es Peter, niño soldado , un libro de recomendada lectura para todo aquel que esté dispuesto a escuchar que la vida de un crío puede ser una auténtica tortura. "Yo no soy el único. Hay muchos niños que sufrieron igual que yo y otros que lo siguen haciendo", concluyó Peter.