Hasta las seis de la mañana de hoy. Ese es el plazo que los secuestradores del soldado israelí Gilad Shalit dieron al Gobierno de Ehud Olmert para aceptar su exigencia de liberar a 1.000 prisioneros palestinos a cambio del militar. Si Israel no acepta el ultimátum, los captores anunciaron que considerarían un "caso cerrado" el secuestro. Ante ello, Olmert se reafirmó en su posición de no ceder al "chantaje" y ordenó continuar con las operaciones al Ejército, que ayer entró varios metros en la localidad de Beit Janún, en el norte de la franja, y mataron a dos milicianos de Hamás.

"No habrá ninguna negociación sobre la excarcelación de prisioneros. La Autoridad Nacional Palestina (ANP) es responsable de la salud de Gilad Shalit y de traerlo sano y salvo a Israel", rezaba una escueta nota de la oficina del primer ministro. Haim Ramon, ministro de Justicia, advirtió de que "las operaciones militares serán mucho peores si Gilad sufre algún daño". La postura oficial contrasta con las informaciones publicadas por la prensa israelí que, citando fuentes del Ejército, afirmaban que Israel estaría dispuesto a liberar palestinos presos sin delitos de sangre, entre los que se incluirían los ministros y diputados de Hamás arrestados.

VISITA AL SECUESTRADO Palabras más, palabras menos, la negociación continúa. El presidente egipcio, Hosni Mubarak, viajó ayer a Arabia Saudí para tratar la crisis, mientras que el régimen de Damasco --objeto diario de las acusaciones de Israel por dar cobijo al líder de Hamás en el exilio, Jaled Meshal-- insistió en que la operación militar israelí en Gaza no facilita los esfuerzos para poner fin a la crisis.

Una crisis que ha colocado a la zona en una situación de incertidumbre de la que nadie se escapa. La familia del soldado --que ayer recibió la visita del Jefe del Estado Mayor, Dan Halutz-- rompió parcialmente la unidad en apoyo de su Gobierno con la que la sociedad israelí ha reaccionado al secuestro y, por boca del hermano del rehén, pidió al Ejecutivo que negocie la liberación.

UNANIMIDAD PALESTINA Y los palestinos de Gaza, a pesar de todo lo que les está cayendo del cielo y, sobre todo, lo que les amenaza con caer, continúan pensando que solo debe liberarse a Shalit a cambio de la excarcelación de presos. La crisis ha reforzado la popularidad de Hamás, ha acabado con las divisiones y los enfrentamientos internos de las diferentes facciones y ha supuesto la creación de un frente común por la convicción de que la ofensiva israelí tiene como objetivo a la ANP y a todos los palestinos en su conjunto y no a unos grupos determinados.

Ambas partes, pues, están en una encrucijada: si Israel llega a un acuerdo negociado, habrá pactado con "un grupo terrorista" y teme abrir la puerta a más secuestros. Si ataca Gaza duramente pone en peligro la vida del soldado, y si intenta rescatarlo, la operación es incierta. Hamás --o quien sea del movimiento islamista que tenga la última palabra, sea su brazo armado, su liderazgo político en el exilio o su liderazgo político en Gaza-- sabe que la situación ha llegado a tal punto que no lograr nada a cambio del secuestrado sería un fracaso. Pero sus líderes corren el riesgo de ser asesinados y arrestados, la franja, arrasada, y la ANP, desmantelada.