La Junta militar birmana practicó ayer detenciones masivas y extendió el terror psicológico en Rangún, certificando el nuevo fracaso de la ONU, cuyo enviado especial había abandonado el país la víspera, tras su visita de cuatro días. No hay cifras de detenidos, pero numerosos testigos hablan de al menos ocho camiones que partieron llenos del centro de la capital. Las agencias hablan de decenas, centenares o miles. "Estamos aún averiguándolo. Algunos contactos no contestan al teléfono", afirma Soe Aung, portavoz del Consejo Nacional de la Unión Birmana en el exilio.

Los militares buscan a los civiles que participaron en las manifestaciones democráticas durante dos semanas. Las capturas fueron indiscriminadas, de familias enteras, y se practicaron de madrugada en los aledaños de la gran pagoda de Shwedagon, desde donde partieron muchas de las protestas. Se desconoce dónde están los nuevos detenidos, al igual que los 2.000 anteriores, según cálculos de la disidencia.

Camiones del Ejército circularon por las calles de la capital advirtiendo de que los participantes están fichados y no tardarán en caer. "Deben quedarse en sus casas. No salgan. Tenemos las fotos de las personas que buscamos. Las vamos a arrestar".

La salida del país del enviado especial de la ONU, Ibrahim Gambari, ya había aclarado que la visita no había dado frutos. Than Shew, el líder del país, no le dio audiencia hasta pasados cuatro días, y Gambari respondió a la humillación cancelando la rueda de prensa.

Gambari aún no ha desvelado cómo fueron las reuniones con los militares y la oposición democrática, y está previsto que informe próximamente en Nueva York al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. La Unión Europea acordó ayer endurecer las sanciones contra Birmania por la represión que los militares ejercen sobre la oposición.

La buena noticia llegó ayer con la liberación de 80 monjes de los 96 detenidos la semana pasada en Rangún.