Ayer, tras siete jornadas de protesta contra el primer ministro de Hungría, el socialista Ferenc Gyurcsany, los manifestantes húngaros escogieron el blanco como color para su movimiento, con el que pretenden conseguir la dimisión del jefe del Gobierno. Las protestas se iniciaron el pasado domingo, al hacerse pública una grabación en la que Gyurcsany reconocía "haber mentido día y noche" sobre el estado de la economía para ganar las elecciones de abril.

Al elegir un color, los manifestantes húngaros intentan recrear en su país la misma dinámica que obligó a dimitir a los presidentes de Ucrania, donde el color elegido por los opositores fue el naranja, mientras que en Georgia fue el rosa.

SENSIBILIDADES DIVERSAS Para demostrar que las protestas van a tener continuidad, los líderes de ese movimiento bautizaron como Consejo Nacional de Hungría (CNH) a la plataforma política que ha unido a los diversos grupos y sensibilidades que durante estos días han acudido a la plaza de Kosuth, ante la sede del Parlamento, para exigir la renuncia de Gyurcsany.

Un grupo de cuatro personas ha sido designado para liderar el movimiento, cuya cabeza visible es el pintor Tomas Molnar, un disidente del régimen comunista en los años 70. "Hemos elegido el blanco porque es el color de la pureza para dejar claro que no somos corruptos", explicó a este diario un intelectual que asesora a los líderes del Consejo Nacional Húngaro.

Ahora habrá que ver si el recién creado CNH es capaz de mantener viva la protesta y encauzarla en una corriente política con fuerza suficiente para desbancar a Gyurcsany. En su séptimo día consecutivo en la plaza de Kosuth, la protesta reunió ayer al mayor número de manifestantes --más de 30.000 -- en Budapest que, con cientos de banderas del país, escuchaban los discursos en los que se pedía la dimisión de Gyurcsany.

MEDIANA EDAD No obstante, la tipología de asistentes había cambiado. Si en los días anteriores abundaban los jóvenes y los militantes del partido de ultraderecha Jobbik, ayer a ellos se sumaron cientos de personas de mediana edad, muchas vestidas con camisetas blancas. Además, a la concentración acudieron personas llegadas desde fuera de Budapest, muchos de ellos procedentes del campo, pues los agricultores son uno de los sectores más afectados por la entrada del país en la Unión Europea.

"Los agricultores, en Francia y en Holanda, tienen una maquinaria que nosotros no tenemos y pueden inundarnos con sus productos", dijo Ishtván (Esteban, en español) Shurman, un campesino. "Nosotros ya no vendemos nada y lo único que tenemos son callos en las manos", añadió, mostrando unas manos enormes y endurecidas por el trabajo.

A la concentración de ayer fueron, además, decenas de militantes del partido derechista Fidesz, la principal formación opositora del país, aunque los líderes del grupo habían desconvocado la gran marcha convocada para ayer. La afluencia durante la tarde fue creciendo tanto que el alcalde de Budapest, Demszky Gabor, aseguró ayer temerse la "mayor marcha de opositores" desde el inicio de la protesta.

La policía alertó de que la marcha podía desencadenar en disturbios, al coincidir con el partido de fútbol del Ferencvaros, y se temía que los ultras del club acudieran al Parlamento.