Buena parte de la sociedad israelí ha llegado a la conclusión de que la ocupación de los territorios palestinos es el precio que debe pagar para preservar su seguridad. Esta idea, unida a la inoperancia de la comunidad internacional, ha permitido a Israel cimentar su control absoluto sobre la vida de los palestinos y preservar el status quo. No piensan lo mismo, sin embargo, algunos soldados que sirvieron en los territorios en la última década. Según sus testimonios, recogidos por la oenegé Rompiendo el Silencio, la seguridad sirve a menudo de pretexto para mantener a los palestinos subyugados y anexionarse sus tierras.

El centenar de nuevos testimonios obtenidos por la organización de derechos humanos israelí, a los que ha tenido acceso este diario, describen un sistema perverso de control que convierte a todo civil palestino en sospechoso por defecto y da rienda suelta a todo tipo de atropellos. Desde asesinatos de personas desarmadas a arrestos arbitrarios, allanamientos de morada, destrucción de casas o robo de tierras, generalmente transferidas más tarde a a la colonia judía más cercana.

Uno de los códigos clave empleados por los militares para conducir su estrategia en los territorios es el de "abrasamiento de la conciencia", la idea de que la resistencia remitirá una vez que la población compruebe que toda oposición es inútil. Para ponerlo en práctica se recurre a la "demostración de presencia", patrullas nocturnas casi diarias en pueblos y ciudades palestinas.

En ellas, según describen los soldados, disparan contra fachadas y tanques de agua, invaden casas al azar o interrogan a los transeúntes en plena noche. "Se hace para demostrar que el Ejército está ahí y que les amargaremos la vida hasta que decidan acabar con el terror", afirma un paracaidista, refiriéndose a esas incursiones en el 2003. A veces se irrumpe en casas civiles o se practican detenciones solo para que los cadetes se entrenen.