Pakistán lleva camino de padecer una de las mayores crisis de desplazados de las últimas décadas. La ONU lanzó ayer esta advertencia tras constatar que los combates entre el Ejército y las milicias de los talibanes en el noroeste del país han obligado a 200.000 personas a abandonar sus hogares y 300.000 más están en vías de hacerlo. A este grueso de desplazados hay que sumar otro medio millón que, de forma paulatina desde agosto del 2008, han dejado sus localidades por el mismo conflicto. En total, más de un millón de desplazados.

El portavoz del Organismo de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Ron Redmon, informó ayer de que la inmensa mayoría de los nuevos desplazados --unos 462.000-- se encuentran alojados con familiares, mientras que cerca de 93.000 están distribuidos en 11 campos montados por la ONU y varias organizaciones humanitarias.

Miembros de las oenegés han explicado que la urgencia en el abandono de las casas ha hecho que las familias, que en muchos casos se han tenido que separar, se desplacen con lo mínimo. Los médicos repartidos por los campos de refugiados constatan graves afectaciones psicológicas por la situación de desamparo y la separación. Los trabajadores humanitarios insistieron en la necesidad de adoptar medidas de protección especiales para los niños y garantizar la seguridad en los corredores humanitarios.

170 MILICIANOS MUERTOS El drama humano tiene visos de agudizarse si se tiene en cuenta que las hostilidades entre el Ejército y la milicia de los talibanes, que empezaron hace poco más de 10 días, se recrudecieron el jueves con la ruptura total de la tregua. El Gobierno de Pakistán dio el jueves la orden a su Ejército de "eliminar" a los talibanes. De hecho, la intensidad del ataque de ayer en el valle de Swat dejó, según fuentes militares, la cifra de 170 milicianos muertos, frente a una decena de soldados.

El Gobierno paquistaní y los talibanes locales llegaron a un acuerdo en febrero por el cual el primero permitía la aplicación de una versión moderada de la ley islámica en la vasta y remota región de Malakand, bastión talibán, a cambio de que los segundos depusieran las armas y pacificaran la zona. Es el pacto que, tras estar en la cuerda floja durante dos semanas, el jueves se rompió definitivamente. Los insurgentes, según el Gobierno, lejos de asumir los términos del acuerdo, aprovecharon para introducirse en los distritos de Dir, Shangla y Buner, este último a escasos 100 kilómetros de la capital, Islamabad.

El éxodo más importante se produjo ayer en Mingora, la principal localidad del valle de Swat, así como en Kabal y Charbagh. Fuentes militares informaron de que los milicianos talibanes huían mientras intentaban bloquear la salida de civiles de la zona devastada mediante la colocación de minas.

En Mingora no hay ni electricidad ni agua y los mercados están cerrados desde el jueves, por lo que la amenaza de la falta de comida está cada vez más cerca de convertirse en realidad.

DE 4.000 A 5.000 INSURGENTES El portavoz del Ejército paquistaní, Athar Abbás, informó de que las fuerzas gubernamentales se enfrentan a unos 4.000 o 5.000 insurgentes, de los que 2.500 son integristas armados. El portavoz militar explicó ayer que se está llevando a cabo una "ofensiva a gran escala" en la que participan entre 12.000 y 15.000 soldados.

En referencia a los civiles afectados, insistió en que las tropas tomarán "todas las medidas de precaución" para evitar "daños colaterales", aunque no pudo dar un 100% de garantías de que no haya víctimas civiles.