Lágrimas, flores, misas, silencio en las calles, en los trenes, en los autobuses. Polonia está desde ayer traumatizada tras la trágica muerte, en accidente aéreo en Rusia, de su presidente, Lech Kaczyinski, y otros 80 altos representantes del país. La élite de la nación desapareció de un plumazo bajo la densa capa de niebla que cubría el aeropuerto ruso de Smolensk, cerca de Katyn, adonde la amplia delegación oficial se dirigía para conmemorar la matanza de 22.000 soldados polacos a manos de Stalin. Katyn, de nuevo lugar maldito para una Polonia huérfana.

En el Tupolev TU-154 presidencial viajaban Kaczyinski, su esposa, el jefe del Estado Mayor, el presidente del Banco Central, el jefe del Estado Mayor, el Defensor del Pueblo, además de varios viceministros, diputados y otros altos cargos, hasta un total de 97 personas. No hubo supervivientes. "Murió la flor y nata de la vida política, social y cultural", declaró el arzobispo de Varsovia, Kazimierz Nycz.

El primer ministro, Donald Tusk, calificó lo ocurrido como la peor tragedia desde la segunda guerra mundial. Tusk convocó urgentemente a su Gobierno y garantizó que trabajará 24 horas al día para que la catástrofe no provoque un colapso del sistema del poder. "Pese a la tragedia, el Estado polaco tiene que funcionar", afirmó Tusk.

PERIODISTAS LLORANDO El primer ministro pidió a sus compatriotas que estén a la altura de lo sucedido y muestren un comportamiento ciudadano ejemplar durante el tiempo de duelo, que durará una semana. El propio Tusk se puso a llorar al conocer la muerte de Kaczynski, según el ministro de Exteriores polaco, Radoslav Sikorski. Tampoco los periodistas de la televisión podían contener las lágrimas al informar de lo sucedido.

De forma espontánea, durante todo el día, miles de ciudadanos, muchos con lágrimas en los ojos, se acercaron ayer al palacio presidencial a depositar flores y mensajes de condolencia. En la retina, la imagen del palacio de Buckingham, tras la muerte de la princesa Diana.

En las calles semidesiertas de una Varsovia con todas las banderas a media asta se imponía el silencio. También en las tiendas, en los transportes. Los transeúntes se miraban unos a otros buscando respuestas que no encontraban. "Estoy con el corazón en un puño. No me lo creo. Este día negro permanecerá siempre grabado en la memoria de todos", decía una joven.

FIGURA DIVISORIA Un país absolutamente conmocionado olvidó ayer sus diferencias. "Hemos perdido a nuestro presidente y aunque muchos de nosotros no compartíamos sus ideas, venimos a poner floresa al palacio presidencial. Todos estamos de luto", resumía alguien.

La tragedia no tiene precedentes. El 25% de los cargos del Gobierno murieron en el aeropuerto de Smolensk. "El segundo desastre después de Katyn", exclamó el expresidente Lech Walesa. Según la Constitución polaca, el jefe del Parlamento, Bronislaw Komorowski, asumirá la presidencia interina. El presidente en funciones tendrá un plazo de 14 días para fijar una fecha para las elecciones presidenciales anticipadas en el plazo de dos meses desde la convocatoria. Los comicios estaban previstos inicialmente para octubre.

El Estado Mayor del Ejército polaco también celebró ayer una reunión extraordinaria. "Frente a esta situación de crisis, tomaremos las decisiones apropiadas", dijo el portavoz del Estado Mayor, Dariusz Niedzielski, a la agencia polaca PAP. Entre los pasajeros del vuelo siniestrado estaban varios altos cargos militares, incluidos el general Franciszek Gagor, jefe de Estado Mayor, y el general Bronislaw Kwiatkowski, jefe de las fuerzas operacionales de Polonia. Fuera del país, la conmoción por la tragedia se extendía por el mundo y provocaba multitud de reacciones.