"Que 20 años no es nada", decía Gardel y su tango era ayer un traje a medida para Mohamed. Con la frente marchita, este saharaui de 50 años regresó a El Aaiún, la capital del Sáraha Occidental ocupado por Marruecos, tras 30 años de exilio en los campos de refugiados que el Frente Polisario tiene en Tinduf (Argelia). Pese a la alegría del regreso, Mohamed sintió toda la angustia de volver. "He venido --explicó-- a ver a mi madre, que es una anciana. Sin embargo, hace tanto que me fui que ni siquiera sé si cuando la tenga delante seremos capaces de reconocernos". Mohamed hablaba sin concesiones. "Estoy contento a medias, pues lo que yo quiero es la independencia del Sáhara", sentenció al llegar.

La llegada

El y otros 17 saharauis aterrizaron a las 10.55 horas en el aeropuerto Hassan II de El Aaiún en un avión Antonov que les trajo de Tinduf. El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) logró un éxito histórico al iniciar el programa de visitas que permitirá que las familias saharauis, divididas entre el Sáhara ocupado y los campamentos del Polisario, se reencuentren tras 30 años.

Marruecos, que apoyó este programa como prueba de buena voluntad hacia la ONU, protestó por el hecho de que algunos refugiados hicieran propaganda del Polisario, contraviniendo el compromiso que firmaron con el ACNUR de no instrumentalizar políticamente las visitas. Nada más salir de la pista, una multitud de familiares, al grito de "Viva el Sáhara libre", se abalanzó sobre los recién llegados, que quedaron envueltos en la paleta de colores que formaban las melfas, la túnica que viste a las mujeres saharauis. Haciendo caso omiso de los dulces y el té que habían preparado las autoridades marroquís, sus familiares los arrastraron a los coches y los trasladaron a sus casas.

Allí, a Mohamed Sherif, un joven refugiado, parecía que fueran a romperlo. Todos sus familiares se lo disputaban. Unos le estiraban del brazo; otros, de la chaqueta. Perdido entre tanta efusión, Mohamed apenas si sabía a qué mujeres besaba y a qué hombres abrazaba. "Yo he venido para ver a mis parientes", dijo Mohamed que, como la mayoría de saharauis, tiene a su familia dividida. "En Tinduf tengo a mis padres y a seis hermanos, y aquí, a dos", relató tras tomar la leche y los dátiles, símbolos de bienvenida entre los saharauis.