Un enfrentamiento entre camisas rojas y el Ejército en las calles de Bangkok dejó ayer un muerto y 18 heridos. Es el primer choque desde que el lanzamiento de cinco granadas causara otra víctima mortal la semana pasada. Otro enfrentamiento el 10 de abril provocó 26 muertos y cientos de heridos. El conflicto va ya por su séptima semana y nada apunta a una solución dialogada.

El choque se produjo cuando las fuerzas de seguridad tailandesas bloquearon a unos 2.000 camisas rojas que, a bordo de motos y camionetas, se dirigían a las afueras para ampliar su abanico de protestas. A pocos kilómetros del aeropuerto de Don Mueang, los soldados, apostados frente a barreras de espino, empezaron a disparar sin que se haya aclarado aún si utilizaron fuego real o balas de goma. De hecho, la víctima es un miembro de las fuerzas de seguridad, abatido según varias fuentes por "fuego amigo", lo que habla del caos reinante.

En un momento del enfrentamiento, militares dispararon contra fuerzas de seguridad que se enfrentaban a los manifestantes, informa AP. El incidente pudo deberse a un error, aunque ha habido acusaciones de que miembros del Ejército toman partido por los camisas rojas.

El domingo pasado, el general Anuphong reconoció en una entrevista televisiva que soldados retirados y en activo ayudaban a los manifestantes, aunque salvaguardó la unidad de actuación militar. "Si hay escisiones, son a título personal", aclaró. Con su rechazo a la violencia, esos soldados pretenderían evitar otro baño de sangre como el de abril. Después de semanas de discursos contenidos que le habían causado críticas por tibio, el primer ministro, Abhisit Vejjajiva, delegó la semana pasada el mando en el Ejército.

La marcha de ayer era el último desafío de los defensores del exprimer ministro Thaksin Shinawatra, a los que la escasa beligerancia gubernamental ha insuflado valor. Las pocas posibilidades de que el conflicto se solucionara se esfumaron el martes cuando Abhisit desechó la petición de disolver el Gobierno en tres meses. Parecía una fórmula de consenso entre la disolución inmediata que exigían los camisas rojas y el año de adelanto de las elecciones que ofrece Abhisit.

EL AURA DEL MONARCA Otro punto que agrava la situación es la pérdida del aura intocable del monarca Bhumibol Adulyadej, hasta ahora un referente venerado sin excepción. Pero sectores de los camisas rojas lo empiezan a señalar como un cómplice del, a su juicio, Ejecutivo ilegítimo de Abhisit. El Gobierno ha acusado a los manifestantes de pretender derrocar la monarquía.

El conflicto nace del descontento de los millones de campesinos por el olvido que han sufrido de las clases dirigentes. En su opinión, Thaksin fue el único que se preocupó por ellos.