La madre de todas las operaciones del Ejército israelí en la franja de Gaza se inició ayer en el superpoblado campo de refugiados de Rafah, cuando los tanques, los blindados y las tropas agazapadas en los límites cercaron la localidad y establecieron un sitio militar en torno a la localidad.

La ciudad se convirtió en una trampa para los civiles palestinos que huían atemorizados --unos 3.000, según fuentes palestinas-- con lo puesto y con los enseres que podían cargar. Los palestinos estaban atemorizados tras el fallo del Supremo israelí, que da carta blanca al Ejército para las demoliciones en Rafah, donde viven 90.000 personas en condiciones paupérrimas.

Pero, en el camino, los palestinos se encontraron con otro obstáculo. Las carreteras que comunican con el campo de refugiados de Jan Yunis estaban bloqueadas y también los pasos hacia otros lugares en el norte, ya que Israel dividió en tres la franja de Gaza hace una semana, tras la muerte de seis soldados.

En la ciudad, los palestinos sólo buscaban refugio para ocultarse de las confrontaciones entre militantes y soldados. La Unrwa, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, preveía ayer que unas 1.000 personas necesitarían su ayuda. Su portavoz en Gaza, Paul McCann, señaló a este diario que "entre 600 y 2.000 personas abandonaron hoy ayer para el lector sus hogares".

Por su parte, la consejera de Seguridad Nacional estadounidense, Condoleezza Rice, prometió ayer al primer ministro palestino, Ahmed Qurei, que Washington hará lo posible para impedir que Israel lleve a cabo la demolición masiva de viviendas en la franja de Gaza, según el ministro de Exteriores palestino, Nabil Shaat, tras el encuentro entre Rice y Qurei en Berlín.

Rice instó al primer ministro palestino a aprovechar "la oportunidad histórica" que constituye la propuesta del primer ministro israelí, Ariel Sharon, de una retirada unilateral de la franja de Gaza.