Mohamed Saidani es un profesor palestino que vive en un campo de refugiados en las afueras de Tiro. Cada tres o cuatro días, acude con su coche al margen sur del río Litani para cargar envíos de alimentos hecho por familiares suyos desde el norte. Pero se trata de un ejercicio repleto de riesgos, habida cuenta de que la aviación israelí ha amenazado con disparar a cualquier coche que circule.

Al igual que Victor, muchas otras familias atrapadas en Tiro, --ya sean libanesas o palestinas-- recurren a los métodos más imaginativos para hacer acopio de comida. Mientras descarga sacos de patatas, lentejas y hasta siete sandías del norte, Mohamed explica la forma en que intenta mantener su despensa algo llena. "Utilizamos pequeños coches porque así los podemos esconder entre la vegetación", explica.

PENDIENTES DE LOS AVIONES "Nos llaman por teléfono y nuestros parientes nos dicen que traerán comida; nosotros les esperamos al otro lado del río y cargamos los alimentos en nuestros coches; estamos tan pendientes de si hay aviones en el cielo que tardamos dos horas y media en recorrer un trayecto --del Litani a Tiro-- que en circunstancias normales se hace en cinco minutos", explica.

Victor Mezzani, arruinado propietario de una tienda de aparejos de pesca en el casco antiguo de Tiro, prefiere métodos menos expuestos. Ha hallado una nueva utilidad para esas cañas de pescar que ahora no puede vender. Porque gracias a ellas, ha logrado almacenar en su congelador seis kilos de peces.

Los precios de algunos productos básicos como la leche se han multiplicado por dos. También han subido los precios de la carne enlatada y el agua mineral. Pero el incremento estrella de precios lo ha protagonizado la gasolina. Antes de la ofensiva militar israelí, el litro costaba 20 dólares. Ahora, si se encuentra, no se puede adquirir por menos de 100 dólares (unos 78 euros).

La carestía afecta ya a los periodistas y a las oenegés destacadas en Tiro. Los coches hacen los mínimos movimientos posibles, ante la falta de gasolina y la prohibición israelí de circular. "Me muevo con una bicicleta; aunque me canso, es más seguro que en coche", explica un fotógrafo de nacionalidad francesa que no quiere decir su nombre. El Fanar, el hotelito turístico en el que se aloja una parte de la prensa, cuenta con raciones para "15 días", se lamenta su propietaria, Amali Salha. Y si se endurece el cerco, "habrá que empezar a servir sándwiches".