Su final fue como jugar al hundir la flota. Una regata con unas condiciones infernales de viento, olas, lluvia y bruma que llevó a Iker Martínez y a Xabi Fernández a tocar el cielo, a conseguir su segunda medalla en sus segundos Juegos. Mientras la esposa del patrón llamaba a los ángeles con un amuleto, ellos pelearon hasta la línea de meta. Y más allá: en el despacho, durante las seis horas de una reclamación que decidirá de qué color es su metal, dorado o plateado. Se fueron a dormir sin saberlo, un caso sin precedentes.

Campeones en Atenas 2004, los regatistas vascos afrontaban la final de la clase 49er en la cuarta plaza. Cinco barcos luchaban por dos medallas, ya que los daneses, los desconocidos Jonas Warrer y Martin Kirketerp Ibsen, tenían el oro casi asegurado. Las condiciones meteorológicas eran ideales para que los españoles, bicampeones mundiales y tricampeones europeos, volvieran a subir al podio. Pero revalidar el oro no dependía de ellos: los daneses solo podían quedar penúltimos clasificados.

Las probabilidades eran muy bajas, pero los ángeles se aliaron con ellos y se oyó el primer "hundido". Entrenando antes de comenzar la manga, los daneses volcaron y partieron el mástil de su embarcación. "Cometieron un error, nosotros nos quedamos quietos esperando para no machacar el material", relató el experimentado regatista. Australianos, italianos, alemanes y españoles suspiraron y empezaron a pensar en el oro. Durante la regata ese ansiado metal fue saltando de manos a manos, en una de las finales más emocionantes que se recuerdan en los últimos Juegos.

VOLCAJE Para Iker Martínez y Xabi Fernández se pudo acabar pronto: un minuto después de la salida, volcaron en una maniobra. Enderezaron de nuevo su 49er y volvieron a la carga, porque ya dijeron que lo iban a pelear "a muerte". "Parece que alguien nos oyó y que quiso ponernos a prueba", explicó Martínez al llegar al puerto de Qingdao. En el segundo tramo la historia se repetía para Iker y Xabi, pero también los italianos, los australianos y los germanos eran derrotados por el viento y la ola, dejando a Iker y Xabi el camino libre hacia lo que sería su segundo oro olímpico.

Cruzaron la meta primeros, celebrándolo ya. Pero tras cinco barcos y casi 12 minutos entraba la unidad croata con los daneses a bordo, que habían vuelto a puerto y cambiado el barco. Su séptimo significaba subir a lo más alto. Warrer e Ibsen solo podían sustituir el elemento averiado, pero no el barco entero. "El entrenador danés me ha dicho que cree que no es legal", señaló un Iker algo aturdido y desconcertado por tener que pelear la medalla también en tierra firme.