Sonó el móvil y no era nadie de mis direcciones pues la pantalla reflejaba un número y no un nombre. Al identificarse le escuché lejano «es que tengo el manos libres» me dijo y, al preguntarle por unos ruiditos les quitó importancia con voz entrecortada hasta que el inconfundible sonido del agua de la cisterna al caer en el váter me soliviantó: ¿Estás cagando mientras hablas conmigo? Me dijo el tipo que era un apretón: «¡Pero si me has llamado tú!» y colgué. No ha vuelto a llamar. Por si acaso memoricé el número para nunca responderle. Puse ‘Cagón’. Y yo ya me entiendo.

Añoro aquel teléfono de baquelita, negro, negro, con su circunferencia en blanco, blanco, y los números girando del 1 al 0 de derecha a izquierda inmersos en pequeños círculos. Lo fabricaban donde trabajó mi amigo Lorenzo, en Standar Eléctrica, y era un modelo alemán (el W48) con un timbre interno de doble campana (así sonaba de bien) y un cordón de auricular trenzado que, en el aparato de la Papelera, era corto. Aquel antiguo teléfono te fijaba en el tiempo y en el espacio. En el espacio porque tenías que ir hasta allí y fijo quedarte. En el tiempo porque no podías hacer otra cosa más que atender la llamada. Era, por decirlo así, un teléfono educado. Ahora los móviles son una fábrica de maleducados e incívicos comportamientos. A mí me parece una falta de respeto estar con el móvil y, simultáneamente, intentando hacer cosas a la vez. Los móviles no te fijan en el espacio porque cualquier lugar es hábil para su utilización, ya sea la cocina, el coche, la calle, la cama, el bar; y es irrespetuosamente compatible con lo que estés haciendo: cocinar, pasear, barrer, hacer ejercicio, beber, escribir en el ordenador, orinar y evacuar (o defecar, así elimino lo malsonante).

Los móviles estropean el tiempo, ese bien tan escaso del que disponemos, porque con su superficialidad mientras lo usas compartes la voz con ruidos, distracciones, silencios, interferencias y tonterías. Con el antiguo teléfono negro de baquelita tenías que estar atento. Ahora estás disperso y a menudo no te enteras. «Haz lo que debes y está en lo que haces» me han recomendado muchas veces en casa: ¿Qué usas el móvil? Atiende y presta atención. No seas cagón.