«Temo pasar el Jueves Santo por el María Luisa». Esta frase resume a la perfección el sentir de Mateo Pinheiro, que acaba de ser elegido hermano mayor de la cofradía Ferroviaria, a la que lleva vinculado toda la vida. El a su vez capataz del paso del Descendimiento teme el momento en que le toque procesionar por delante del teatro-cine María Luisa, actualmente en obras, ya que ha crecido correteando por sus pasillos y le produce mucho desasosiego ver el estado en que se encuentra.

-Ferroviario de toda la vida...

-Así es. Tengo un vínculo total con la cofradía porque tanto mi padre, como mi abuelo y bisabuelo eran ferroviarios. Con ocho años entré en la cofradía de hermano de luz y con 23 pasé a formar parte de la directiva. Nada más entrar me tocó hacerme cargo de la banda de cornetas y tambores de la cofradía. Los últimos cargos que he tenido han sido de capataz y prioste. De hecho, este será mi último año como capataz del paso del Descendimiento.

-Recientemente ha sido elegido hermano mayor de la cofradía, ¿qué proyectos se plantea?

-Tenemos dos proyectos, que se aprobaron el año pasado en asamblea general, pero por cuestiones económicas están a la espera de momento. También hay contemplados varios proyectos menores y los iremos llevando a cabo poco a poco. El problema es que somos unos 200 hermanos y la cuota anual es de 12 euros, además, este año se ha borrado mucha gente y tenemos que estar luchando con el presupuesto para ver lo que podemos hacer. Hay pocos ferroviarios en Mérida y no son muchos los que están comprometidos con la cofradía.

-¿Cómo ha evolucionado la Semana Santa emeritense?

-De haber cinco cofradías nada más, con la mitad de pasos, a lo que se ha llegado hoy en día... La verdad es que la evolución ha sido muy importante. La calidad de la Semana Santa de Mérida, a día de hoy, es estupenda. A ello se suma que contamos con monumentos y tenemos que aprovecharlos en los recorridos procesionales, porque tenemos un gran patrimonio en Mérida y muchas veces no se valora. El problema que veo en la Semana Santa de la ciudad es la falta de costaleros.

-Aparte del sentir cofrade, no entendería su vida sin el cine, ¿qué es para usted el María Luisa?

-Son muchos los recuerdos y las vivencias que conservo del María Luisa. Mi padre estuvo toda su vida vinculado con el cine siendo taquillero y luego gerente hasta su fallecimiento en 1996, entre otros cargos. Yo estuve trabajando de taquillero, portero y en la cabina del María Luisa. Conozco el cine perfectamente y verlo como está ahora, derrumbado, sin nada y con cuatro paredes, después de todo lo que se luchó para que no se hiciese precisamente esto, me parte el alma.

-¿Qué hubiera hecho para evitar que se llegara a esta reforma?

-Lo que hubiese hecho habría sido no tenerlo tantos años cerrado, desde el 97 hasta ahora, porque por eso el edificio se ha venido abajo. Por el María Luisa se ha luchado mucho, más que nada por las injusticias que se quisieron hacer con el famoso cierre. La verdad solo tiene un camino y se demostró que el cine era rentable y tenía que mantenerse, sobre todo siendo un edificio histórico. Si en el momento en que se cerró el María Luisa se hubiese llevado a efecto la remodelación, porque evidentemente era necesaria, no se habría venido abajo como ha pasado. Ahora no quiero ni mirarlo y solo queda esperar a ver el resultado de las obras.