Los funcionarios, tanto del ayuntamiento como de la Junta de Extremadura, desayunan fuera. Con estos ingresos, varios bares del entorno de las consejerías viven exclusivamente de ellos.

El exconcejal de IU Vicente Ramírez decía con cierta sorna: "esta es una ciudad de café y bollo con cachuela". No iba mal encaminado. Todos van a tomar la tostada, sólo que ya con los planes de comida la cachuela se reserva para estómagos en condiciones; y la mantequilla, el aceite de oliva o la tostada catalana, que no se por qué se llamará catalana cuando los ingredientes que lleva son pan y tomate, y no hay mejor pan que el nuestro y mejor tomate que el que producimos en Extremadura. Le agregan jamón, lo de catalana me suena a chino.

Pero la mejor tostá es la de las siete virtudes: "Es buena para comer/mejor para beber/buena para dormir/mejor para digerir/aguza el diente/mueve el vientre y pone las mejillas colorás". Estas tostadas son una delicia si se saben hacer bien. Se tuesta el pan, una buena rebanada o un bollo partido en dos; se le refriega ajo en condiciones, un poco de sal y pimentón de la Vera, que es el mejor del mundo, se calienta aceite y se rocía bien la rebanada o el bollo de pan y se come. Después hay que lavarse los dientes, enjuagarse la boca y respirar hondo. El estómago queda repleto hasta la hora de comer y se trabaja mejor con la tostá colorá dentro.

También lo hay que se han aficionado a las migas, que ya no son como las de antes, pero las hay quien las hacen francamente bien, y es que Mérida no sólo es la capital autonómica sino la capital del desayuno.