Para un torero que comienza su andadura en esta difícil profesión, es importante una tarde como la que ayer protagonizó Miguelín Murillo. Superando las limitaciones de las pocas corridas que ha toreado y la falta de oficio, su corazón le permitió abrir la puerta grande. Con ganas de agradar con el capote, solvente con los palos y valiente en sus dos faenas de muleta, paseó cuatro orejas que deben de llenarle de satisfacción.

El primer toro de Miguelín tuvo una suave embestida pero protestaba cuando se le tomaba en cercanías. Pedía sitio. Con él estuvo muy bien el torero en el recibo a la verónica, ganando terreno. Cuajó el diestro un buen tercio de banderillas, dos pares al cuarteo y otro al violín. Y le sacó series al natural cuando le llevó por abajo y corrió la mano con limpieza. Terminó con manoletinas y tras la estocada, que cayó baja, paseó sus dos primeras orejas.

El manso sexto tuvo peor condición mas también le cuajó el torero con las banderillas. Llegó violento a la muleta y Miguelín fue limándole asperezas con la premisa de consentirle. Expuso el diestro y ahora sí, lo mató de una gran estocada que le dieron otros dos trofeos.

Finito de Córdoba recordó en el ruedo emeritense a aquel joven novillero que dio el 2 de septiembre de 1989 una tarde de toros inolvidable. Por falta de ambición Finito no ha mandado en el toreo, pero su calidad es excelsa. A veces, cuando torea de verdad, conmueve el alma de quien tiene la fortuna de verle.

Fueron redondas sus dos faenas. La primera, a un toro muy noble pero blando, la llevó a cabo, fundamentalmente, al natural. La del buen cuarto fue realizada toda ella por el pitón derecho. Ambas en redondo, en series ligadísimas, en ellas afloró lo mejor de este torero: el empaque, la elegancia, su inconfundible muletazo por abajo de gran longitud, porque engancha al toro con la muleta adelantada y le lleva muy atrás, para dejarle la muleta puesta e ir cobrando intensidad tan magnos trasteos.

La de su primero se compuso de cuatro primeras tandas con la mano izquierda, dos con la diestra, y otra final al natural. La llevada a cabo ante el quinto, de cinco series en redondo con la derecha. Hubo al final de este trasteo un kikiriki bellísimo.

Fue el de ayer un Finito de Córdoba en estado de gracia, que debió de pasear las dos orejas de su primero pero al que el presidente, de forma incompresible, sólo concedió una. Y falló con los aceros ante su segundo, lo que le impidió acompañar a Miguelín.

Rivera Ordóñez, aunque con el peor lote, dijo muy poco. Sin mucha confianza ante el segundo, al quinto lo destrozaron en el caballo, lo que no fue óbice para que el diestro le diera medios pases y desplantes en lo que fue una labor populista.