El actor de 38 años debutó en el romano interpretando a Marco Antonio, el fiel amigo de Julio César. El madrileño afirma sentirse muy satisfecho con la experiencia, y admite haber sentido una conexión absoluta con el público en todo momento.

--¿Está satisfecho con el estreno de 'Julio César'?

--Sí, me quedé con muy buen sabor de boca. Desde el principio se notó que había un público vivo, que no está pintado, que protestó cívicamente a la entrada del ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, en el Teatro con toda la razón del mundo, y que volvió a protestar al final, manteniendo el silencio y la concentración más absoluta durante la representación, dedicándonos al final unos aplausos en pie que nos emocionaron a todos. Fue una noche redonda.

--Los abucheos entonces no le amargaron la noche.

---Todo lo contrario, gracias a la asistencia del ministro el pueblo pudo expresar su opinión, más en una función en la que Shakespeare trata a las masas como un ente manipulable. Creo que es un poco la visión que tienen los políticos actuales en este país, solucionarlo todo con medidas impopulares, porque lo importante es salvar los mercados y los bancos. La protesta fue un subidón de adrenalina para todos.

--¿Considera que fue acorde con la obra esa reacción?

--Es acorde con el teatro en sí, pues es un lugar donde se representa lo que está pasando. El público ha sido el protagonista con sus abucheos, con sus aplausos, y con su silencio durante el espectáculo, con las tres cosas. La obra habla de cómo los políticos utilizan el poder en favor de ellos y antes de empezar la función, las casi 2.000 personas que abarrotaban el Teatro ya estaban enchufadas en lo artístico, en lo social y en lo político, y eso es maravilloso. Un público inteligente, sensible y coherente.

--¿Qué opinión personal le merece su personaje, Marco Antonio?

--Los actores tratamos de no juzgar a los personajes ni para bien ni para mal. Creo que todos estamos llenos de luces y sombras y lo importante al interpretar un papel es potenciar las sombras y las luces que no están en uno, pero que sí están en el personaje. Marco Antonio tiene mucha luz pero también mucha sombra, mucha oscuridad, no en el mal sentido, pues es una parte esencial del ser humano. A los personajes luminosos hay que verles las sombras y a los oscuros hay que verles la luz para hacerlos tridimendisonales. Sin llegar a juzgarlo, considero que Marco Antonio es eminentemente emocional, sabe empatizar con el otro, en este caso con las masas, y además quería a Julio César y era un gran estratega militar, no de los mejores pero se supo apañar, y darle la vuelta a la tortilla en ese momento tan decisivo.

--¿Ha visitado ya la ciudad? ¿Cómo le ha acogido Mérida?

--Visito mucho la ciudad, la provincia y la comunidad autónoma. Suelo veranear en Cádiz y cojo la Ruta de la Plata, así que paro a repostar en Extremadura y también voy mucho a La Vera. Hay algo del lugar que ya me es familiar. Aquí me estrené como actor de cine. Recalo cada dos por tres para rodar: vine para hacer televisión con la serie 'Isabel', me estrené como director en el Festival de Cáceres con 'La tempestad' y ahora vuelvo como actor. Me encanta Extremadura, es una tierra que me acoge bien.

--¿Cuál será el próximo destino de 'Julio César'? ¿Está previsto visitar otros teatros?

--Sí, hay una gira ya programada para este verano. Después de Mérida iremos al Festival de Olite, luego nos iremos a Ciudad Real, más tarde a San Javier en Murcia, de ahí a Huelva y cerraremos la gira veraniega en el Anfiteatro Romano de Sagunto. Va a ser un periplo muy interesante.

--A nivel personal, ¿cuáles son sus próximos proyectos?

--Grabar la tercera temporada de Isabel en septiembre y cuidar mucho los tres montajes que he dirigido. Con uno de ellos, La tempestad, vamos al Lope de Vega de Badajoz en octubre. Por otro lado, seguiré de gira con 'Un trozo invisible de este mundo', y con 'Las golfas de Incrementun', con la que vamos a estar los miércoles a partir de octubre en el Teatro Lara de Madrid. También tengo la gira con Julio César, y otros proyectos como la sala Mirador con Juan Diego Boto, un teatro social con mucha mala uva y mucha ironía, y alguno más del que todavía prefiero no hablar. La verdad es que estoy muy contento, pues a pesar de la crisis estoy trabajando.