El verano emeritense hace cien años era bastante distinto al actual. Las terrazas por las noches estaban muy animadas. En la plaza de la Constitución, hoy de España, se daban conciertos los fines de semana y había gran actividad en los meses de julio y agosto. Los emeritenses acudían al teatro de verano donde se representaba alguna zarzuela y los llenos fueron absolutos en el día de San Juan y el Corpus. Este teatro se encontraba al final de la Rambla de Santa Eulalia, en lo que se denominaba el campo de San Juan, donde está actualmente el parque López de Ayala, pero entonces era una alameda y allí se ponían el escenario y las sillas para ver las representaciones.

LOS ANUNCIANTES Los anuncios de aquella época que más destacaban como los comercios más concurridos y conocidos eran el restaurante del Padre Mollete, de Vicente Galán; el comercio La Verdad, de Tomás Lancho en la calle San Francisco; La Camerana, de los hermanos García de Vinuesa, tanto de bebidas refrescantes como de artículos de regalos o muebles de todo tipo; el colegio Santa Ana, que ya se encontraba en la calle Moreno de Vargas, cuyo director era Juan Sáenz y López, colegio que se fundó en 1897 --en este mismo lugar estuvo el instituto Santa Eulalia y hoy la Universidad Nacional de Educación a Distancia--; la fábrica de mosaicos y materiales de construcción de Paulino Doncel; la farmacia de Juan Valverde anunciando sus píldoras; el comercio de calzados La Emeritense, de José Sudón; el talabardero Domingo Carrasco, en la calle El Puente; y algunos otros menos conocidos o anunciantes de fuera.

Los republicanos emeritenses tenían una actividad fuera de lo común y se reunían en la Tercia, local social republicano ubicado en la calle Bastimento, hoy de los Maestros. A estas reuniones asistían Eugenio Macías, Tomás Lancho, Manuel Gutiérrez y Francisco Corchero, que estaban siempre al tanto de las actividades culturales y políticas de la ciudad. No hay que olvidar que estos caballeros fueron, entre otros, los que fundaron el Liceo, la Cruz Roja y estuvieron en la vida política de la ciudad durante muchos años.

LOS PASEOS Lo más habitual al atardecer eran los paseos por la plaza de la Constitución, calle Santa Eulalia y la Rambla donde se terminaba en el teatro de verano y vuelta hasta llevar a la plaza de la Constitución.

Todos iban muy elegantes y los fines de semana no faltaba ningún joven con su sombrero o la dama con su pamela. Em estos paseos se conocían, así como en los actos culturales de las sociedades recreativas y en el teatro Ponce de León, que estaba en el actual museo visigodo.

En el mes de agosto eran los preparativos para la feria, el alcalde Carlos Pacheco, y Lerdo de Tejada, pese a la crisis económica que atravesaba la ciudad quisieron hacer un esfuerzo para que no faltara nada.

La falta de cosecha y la escasez de agua tuvieron buena culpa de esta crisis. El real de la feria estaba situado en la plaza de la Constitución, lugar de las dos fotografías de este reportaje. Los soportales se ocupaban en su totalidad y algún pequeño puesto de golosinas y bebidas en la misma plaza con sus cuatro quioscos que daban el mayor servicio a esta festividad. Han pasado cien años y la transformación emeritense es evidente y de forma positiva.