TStegún el último cálculo de la OCDE, este año España cerrará con un crecimiento del 3,4% y el que viene no se quebrará la tendencia. Con ese balance positivo en un registro tan esencial, el Gobierno, el actual o cualquier otro, debería tener una navegación tranquila.

A la vista está que no es así. Han sido algunas de las decisiones del propio presidente Rodríguez Zapatero , las que han traído las turbulencias políticas que cimbrean la nave gubernamental. La "tormenta perfecta" -que no amaina- se formó alrededor del proyecto de nuevo Estatuto de Cataluña, del que el presidente se ha convertido en gran impulsor.

Puesto que gobernar es el arte de resolver problemas sin crear otros nuevos, bien podría decirse que, hasta ahora, Rodríguez Zapatero no ha estado todo lo fino que cabía esperar. Si gallardo fue su gesto cuando a poco de llegar ordenó la retirada de las tropas de Irak, hurticante fue para muchos el matrimonio entre personas del mismo sexo. O la primera versión de la LOE, ley que debería haber buscado el consenso antes de salir del telar, no tras la manifestación multitudinaria celebrada en Madrid. Dicho lo que queda dicho sobre la forma de gobernar del señor Rodríguez Zapatero -sancionada por los ciudadanos en las últimas encuestas-, diré que también el Mariano Rajoy se está equivocando en su forma de hacer oposición. En un país tan viejo como España, que tanto ha sufrido pero en el que ahora los españoles viven mejor que nunca, el Partido Popular no puede ser el partido del "no" a todo. El discurso de su secretario general, Angel Acebes , roza la caricatura. Quien como él fue ministro del Interior cuando el 11-M

-el mayor atentado terrorista de la historia de España, y, por ello, también el mayor fracaso en términos de prevención-, debería actuar con más humildad.

La tarea política de la oposición es señalar lo que está mal, pero no enrocarse en la sola denuncia de las cosas. La gente quiere soluciones, pero rechaza los sermones apocalípticos.

*Periodista