De la calma que debemos tener cada uno se puede contar el chiste de aquel que miraba al cielo y decía: "Dios mío, dame paciencia, ¡pero dámela ya!". Y es que ser periodista en una región como la nuestra tiene, entre sus trabas, estar siempre escribiendo de las mismas cosas y a veces por partida doble. Hace algunos años hice un artículo sobre el 'el cambio' que habían acordado el Ministerio de Fomento y la Junta de Extremadura sobre la Alta Velocidad. Dicho acuerdo consistía en acelerar las obras en materia ferroviaria para poner un tren diésel por las vías del AVE, y luego más tarde abordar la electrificación de la línea y poner un AVE de verdad. El artículo venía a decir: adelante, pero háganlo ya; sea lo que sea siempre será mejor que tenemos: un tren no ya del siglo XX, sino en algunos tramos del XIX dado que la velocidad máxima resulta de 60 kilómetros por hora. Hasta en bici se va más rápido. Eso sí, este acuerdo nunca debía implicar quedarnos con el tren diésel para siempre; no se renunciaba al AVE, cuyas obras debían continuar pero, al menos, mientras tanto los extremeños podían ir a Madrid como iban otros hace sólo unos años, no unos siglos como nosotros.

El artículo fue recibido por el bando contrario al Gobierno como un canto a la resignación, una renuncia a lo que nos pertenecía. Pero lejos de ello, era todo lo contrario, se trataba de un posicionamiento práctico teniendo en cuenta la coyuntura económica en la que estábamos y el aplazamiento 'sine díe' de Portugal a su parte del proyecto. El AVE ha sido siempre un arma política que se han arrojado los diferentes partidos en función de quien gobernara el Madrid: si era el PP, contra el PP; y si era el PSOE, contra el PSOE. Una posición que, por cierto, han cambiado en cuanto se han intercambiado los papeles y el del gobierno se ha ido a la oposición y al contrario.

El AVE es un lujo y si Extremadura se lo podía permitir es porque estaba en el puñetero medio de Madrid y Lisboa. Así de claro. Y si Portugal renuncia, se nos caen los argumentos y las prisas de Madrid. No se tienen que cumplir compromisos con segundos países, no se deben atender las reivindicaciones internacionales y sólo hay que hacerle caso a una región. ¿Quién protesta? ¿Extremadura? ¿Y cuántos diputados tiene en Cortes? ¿Cuánto ruido hace su gobierno? ¿Es separartista o nacionalista? Puede a esperar.

Por eso es tan importante Portugal, y por eso en cuanto Lisboa mira para otro lado o hace poco caso al trazado de AVE por Extremadura hay que preocuparse. Porque podremos tener un tren diésel e incluso dentro de unos años un AVE electrificado hasta Badajoz, pero lo que de verdad impulsaría el trazado y lo convertiría en prioritario para Madrid sería recobrar el carácter internacional con que nació en 2003 en la Cumbre de Figuera da Foz, la interconexión de las dos capitales ibéricas por alta velocidad y, de paso, algunas paradas --pocas-- en Badajoz, Mérida, Cáceres o Plasencia. Es de sentido común, porque seamos realistas: ¿Cuántos AVES irían llenos, o medio llenos, al precio que supone el billete, diariamente de Madrid a Badajoz y al contrario? El estudio que se realizó sobre este trayecto en el año 2004 en Portugal acababa con una frase demoledora: Si no es por el tráfico entre las dos capitales ibéricas, este tren nunca será rentable con las estaciones intermedias.

La visita del presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, a Lisboa a finales de febrero, anunciada este viernes, resulta oportuna. Las últimas declaraciones del primer ministro luso, António Costa, diciendo que su gobierno pretende priorizar la línea electrificada por Salamanca sin citar expresamente Extremadura requiere de una explicación. Un cambio de planteamiento en Portugal daría al traste con este castillo de naipes que tenemos montado sobre el futuro de la alta velocidad, donde Lisboa resulta un puntal fundamental y sin su apoyo sería imposible de materializar en los próximos años.