Este periódico se ha ocupado en los últimos días de la situación en que quedan centenares de ancianos para los que la ayuda que se les presta a domicilio por parte de cuidadores sufragados por su ayuntamiento y por la Junta de Extremadura es de vital importancia para su vida y para que las condiciones en que se desarrolla sean lo más dignas posible. Según esa información, el servicio se resiente decisivamente en verano por la escasez de personal derivado del lógico disfrute de las vacaciones de quienes prestan esa ayuda a lo largo del año. Así, en Badajoz, la mitad de los ancianos acogidos a ese programa social (alrededor de 500) no dispondrán de cuidadores durante 21 días de agosto; en Mérida y Cáceres, sus ayuntamientos admiten que tienen dificultades para que la calidad del servicio no se resienta.

Da la impresión de que el problema de la escasez de personal para ayudar a los ancianos es, ante otros también de escasez de profesionales durante el verano, como el de los médicos, un asunto menor para la Administración; quizás porque los usuarios de ese servicio no van a hacer llegar su queja a la opinión pública como los de un centro de salud o de unas urgencias hospitalarias. Pero aun así se trata de un asunto de importancia: de la misma importancia que la atención que se les presta. Que no haya una planificación entre las administraciones local y autonómica para que la salida no sea la dejar de hacer el servicio aboca a pensar que nuestros responsables del bienestar social se sienten más cómodos hablando de inversiones y grandes números que de la ´letra pequeña´ de esforzarse para que ningún anciano deje de ser atendido, sea la época del año que sea.