WLwa sociedad española tiene un alto concepto de la Guardia Civil. Sus servicios a la convivencia son impagables, así como su abnegación y sacrificio. Pero los españoles también tienen la imagen de que los miembros de la Guardia Civil viven en una situación de presión y de exigencia que raya en la conculcación de derechos que otros colectivos, también dedicados a velar por la seguridad y libertad de los ciudadanos, no sufren. Es como si, generosos con la democracia, la democracia les diera un pago de madrastra y no fuera generosa con ellos. Largas jornadas de trabajo, dedicación más allá de lo exigible, reducida libertad de movimiento y de tiempo para la vida privada...Son mensajes que, cotidianamente, llegan a la opinión pública en relación a las condiciones en que los agentes de la Benemérita hacen su labor. Lo último, las bajas psicológicas, que sextuplican a las que se registran en el Cuerpo Nacional de Policía y que ponen de manifiesto esa dificultad cotidiana para trabajar en condiciones normales. Todos los gobiernos de la democracia se han confesado deudores de la Guardia Civil, pero todos hasta ahora se resisten a desmilitarizarla, a pesar de que, según los indicios, es su carácter militar la que impide a los guardias civiles ejercer sus derechos como cualquier ciudadano.