Periodista

Mi hijo acaba de cumplir 19 años y lo ha celebrado en el Gijón... No, no, cuidado, no se ha ido a tomar un carajillo con Arturo Pérez Reverte, Manuel Vicent y Alvaro de Luna al literario café Gijón del madrileño paseo de Recoletos. Lo que ha hecho ha sido juntarse con el Flipao, el Pilli, el Chino, el Fiambre y demás peña y se han ido al bar Gijón de la cacereña plaza Marrón a tomarse un barril porque lo del botellón ya es historia. Ahora, lo que mola es el barrilón . Se juntan los colegas, el del cumpleaños pone una parte de pasta, el resto apoquina lo restante y se van todos juntos al Gijón a beberse un barril de cerveza por 30 talegos. El talego, que vienen a ser seis euros y antes eran mil pelas, funciona aún de moneda de cambio para la peña de góticos, heavies, punkies, raperos, numetaleros y demás tribus urbanas que en el argot de los skins, nazis y cabezas rapadas (de todo hay ya en Cáceres) son conocidos como guarros y se mueven por la zona de Colón, Camino Llano y Marrón.

El caso es que la peña se fue al Gijón y por 30 talegos se zumbaron un barril de 60 litros de cerveza con una retahíla interminable de raciones que el jefe iba poniendo sobre la barra según salían del fogón o del microondas. A saber: rabas, pescaítos , callos, prueba, jeta, salchichas, patatas bravas, oreja y así hasta que el Fiambre dijo que basta, que el estómago se le estaba poniendo chungo y que allí ya no cabía más morcilla ni más Aguila Amstel . Ahora, los cumpleaños adolescentes se celebran así: mucha cerveza, mucho colesterol y nada de regalos ni ternuras. Hombre, es cierto que sigue habiendo cumpleaños de toda la vida en clubs sociales o en el jardín del adosado. Pero no me veo yo al Fiambre y al Flipao dándole a los cacahueses y a la fantalimón en La Colina.

En Cáceres, la zona de la movida, cumpleaños incluidos, rapera y metalera gira alrededor de los templos de los equipos musicales: Barragán y Musikola; en torno a la sala de ensayos Muzzik y en los aledaños de las catedrales de la música alternativa (Tipo y Walkiria) y del prive alternativo: Pachi´s Bar (antiguo Cali) y el bar del barrilón , o sea el Gijón. Mis hermanas y cuñadas se escandalizan cuando mi hijo les describe, provocador y vacilón, estos locales de música y cañas. A mí me hace gracia porque me recuerdan esos bares de culto de la plaza Mayor que protagonizaron la movida en los 80 y ahora se visitan para recordar viejos tiempos e inyectarse nostalgia en vena. Dentro de 20 años, habrá escritores, músicos y pintores que rememorarán las veladas maravillosas del Pachi´s Bar, las tardes doradas de ensayo en Muzzik y los barrilones fastuosos del Gijón. Y el Fiambre, el Flipao, el Pilli y mi hijo, ya calvos, ya respetables, ya cacereños de toda la vida (¡qué espanto!) se reunirán de nuevo un otoño y darán un concierto en el Gran Teatro donde su tema estrella de hoy, Te pica la tocha , será cantado a coro por el público y alguien escribirá una crónica sobre cómo hemos cambiado, sobre lo reconfortante que es la melancolía a los 40, sobre lo bien que suena Te pica la tocha , el himno de los creativos alternativos de la primera década del milenio.