TRtepaso las noticias de estos últimos días. El invierno ha vuelto, guardé los edredones y me estoy congelando, un matrimonio joven y sus tres hijos, víctimas mortales de la fatalidad, la lluvia y la carretera, Carcaño tortura de nuevo, las previsiones económicas son terroríficas, pero realistas, el paro crece, Rajoy se enroca, no quiere pacto, pinta un futuro desolador, se felicita porque no miente, adora a su gobierno y anuncia que seguiremos mal pero menos peor que si no estuviera él.

Suma y sigue: la administración educativa extremeña reparte el dinero que no tiene, según los recortes aplicados con nocturnidad en las asignaciones de los centros, a los aprobados (pocos) de la ESO-en un-pis-pas, el presidente del banco más prestigioso del país lo deja con una asignación escandalosamente millonaria después de que el Tribunal Supremo le anulara el indulto de ZP . Suma más: la tensión crece, los líderes sindicales animan a la presión callejera...

Y yo el día en que se celebra la fiesta del trabajo en un país de millones de parados, me quedo en mi casa porque no creo en el griterío ni en la pancarta, (llámenme conformista o escéptica o incluso conservadora), estoy cansada y arrastro una gripe de la que no me termino de curar, que me ha costado ya una pasta en los jarabes que la ministra Mato , tan alabada por el presidente, consideró que era un dispendio que pagara el seguro. Reconozco mi egoísmo y mi ingenuidad al opinar que con los impuestos que Montoro me subió se deberían financiar las medicinas que necesito.

En todo este cúmulo de adversidades, al menos una buena nueva y no pequeña. El rescate se aleja y la prima de riesgo baja. Me digo a mí misma que en eso al menos tiene razón el presidente. Aunque me asalte la sospecha de que es porque los mercados prefieren un país obediente a sus mandatos y se la refanfinfla la salud, el bienestar, el trabajo y hasta la subsistencia misma de la buena gente morenita y bajita que no entiende de macroeconomía y sí de desempleo, precariedad, desprotección e incluso hambre. Pregunten a Cáritas.