El veterano jugador de baloncesto Ray Allen ha seguido en los últimos meses una dieta paleolítica, libre de carbohidratos, que no solo no ha minado su salud sino que además le ha permitido perder cinco kilos. Dicen los compañeros de Allen que ha rejuvenecido y mantiene la forma física de cuando era universitario.

La noticia da que pensar. Si el jugador de los Heats está hecho un chaval por seguir una alimentación propia de los primates, a lo mejor resulta que la forma ideal de vivir en la modernidad es hacerlo imitando los hábitos de los antiguos. En la era de Internet nos encontramos ante un difícil dilema: no sabemos si sumarnos al viaje sin retorno a Marte organizado por la empresa Mars One o regresar a las cavernas, no sabemos si vestirnos con un traje presurizado o con piel de bisonte, si desplazarnos en una nave tripulada o a pie calzando sandalias de hueso. Viajar al pasado o al futuro, he ahí la cuestión, el caso es no quedarnos en el presente, ese tiempo lleno de turbulencias que no solo engorda sino que además envejece.

En resumen: la crisis no es culpa de los políticos y de los poderes financieros, como dicen algunos, sino del tiempo que nos ha tocado vivir: el presente. Lo que está caduco no es el sistema sino el calendario: la máquina del tiempo nos puso en el lugar equivocado en el momento equivocado y ahora la única solución es avanzar o retroceder. Ser feliz es hoy un objetivo imposible. Debemos elegir entre alquilar una cueva en Atapuerca o un rover espacial en el Planeta Rojo. Cualquier cosa antes que quedarnos en este siglo XXI que vive bajo la tiranía de los carbohidratos.