Hay veces que una casa son cuatro paredes y un tejado. Un receptáculo que habitamos. Una cosa inerte y desposeída de vida. Un cobijo enladrillado para resguardarnos de la lluvia, el viento, el frío y el calor. La mayoría de las casas no son más que eso para la infinidad de seres humanos que habitamos este planeta. Pero, entre ese incontable número de construcciones y edificios, entre esas muchas casas que no nos dicen nada, hay una casa, que es nuestra casa, y es, para cada uno de nosotros, mucho más que una mole de hormigón, cemento y ladrillos. Cuando una casa se perfila como algo más que eso es porque ya es un hogar. Una construcción forjada con el material que habita en la memoria, en nuestros recuerdos. A veces, los seres humanos somos capaces de convertir los espacios en algo nuestro. Pero "nuestro" en un sentido trascendente, no alusivo, únicamente, a la condición propietaria, aunque sí vinculado especialmente a ello. Porque una casa puede ser --de algún modo-- nuestra, y que no tengamos una escritura que lo atestigüe. Porque una construcción que pasa a manos de otro propietario puede continuar siendo nuestra casa por un tiempo: mientras el nuevo habitante la doma, la moldea y la convierte en suya, más allá de los documentos y los registros. Porque en la casa que es hogar no hay desahucios exprés que valgan. Una casa es nuestra, en el sentido emotivo, mientras nos sigue hablando de lo vivido, de nuestra niñez, de nuestra familia, de cómo somos, de quiénes somos y de porqué somos así. Todas estas reflexiones (y muchas más) se agolpan, inevitablemente, en la mente de cualquiera que lea la última obra del Premio Nacional de Cómic de 2008, Paco Roca . El historietista cuenta en 'La casa' (Ed. Astiberri) una historia, con tintes autobiográficos, sobre una casa que, a punto de ser vendida, consigue remover la memoria, la conciencia y las entrañas de quienes heredaron su propiedad, de aquellos que la habitaron, que la vivieron, durante años, en compañía de un padre y una madre que ya no están. Quizás una casa solo sea una excusa, de esas que necesitamos los seres humanos, para alumbrar al pensamiento lo que un día fue. Pero, todo aquel que haya vivido en una sabe que los cimientos de un hogar se sustentan más en el alma que en el suelo.