La conmoción que supuso hace 11 años la muerte de 46 pasajeros de un autocar en Torreblanca (Castellón) se juzga desde ayer en Barcelona. El interés por este juicio criminal quizá no vaya ahora más allá del círculo de los familiares de las víctimas. No obstante, no deben pasar desapercibidas las verdaderas razones para que se vuelvan a juzgar aquellos hechos: la instrucción de la causa se hizo mal. En 1996 se juzgó sólo al conductor del vehículo, pese a que las pruebas materiales y los testimonios posteriores dejaban bien claro que las empresas que habían fletado el autocar incumplían los requisitos más elementales de seguridad industrial y laboral. En paralelo a aquel proceso penal, la aseguradora de la compañía causante del delito indemnizó a los afectados.

Si en 1996 el juez que sentenció el caso de Torreblanca se dio cuenta de que su colega instructor se había equivocado, y que entre los culpables había que incluir a los empresarios, debió buscar otras fórmulas para no demorar la vista siete años más. La justicia perdió entonces otra oportunidad para disuadir a quienes no tienen escrúpulos a la hora de poner en la carretera a conductores y vehículos que no reúnen las condiciones adecuadas. A ver si se enteran.