WLwa aprobación del proyecto de Estatuto de Cataluña coloca a la política nacional en un tiempo nuevo. La asunción por el Parlamento de un texto que define a Cataluña como nación; que deja la puerta abierta a que algunos sectores consideren que sanciona el derecho de autodeterminación y que establece relaciones bilaterales con el Estado, genera inquietud en regiones que, como la extremeña, necesitan que la estructura estatal sea lo más fuerte posible para evitar que se resienta el principio de solidaridad. Pero no es el momento de rasgarse las vestiduras ni de mantener actitudes apocalípticas. Es el momento de hacer política serenamente. Ahora, el proyecto aprobado por el legislativo catalán debe pasar por el Congreso de los Diputados. Y como ocurrió con el Plan Ibarretxe , que fue rechazado por inconstitucional, el Estatut, para no ser también rechazado, debe ser sometido a dos criterios que tienen que ser irrenunciables y quedar intactos: ese principio de solidaridad entre todas las regiones españolas al que antes se aludía, y la estricta adecuación a la Constitución de todos y cada uno de los artículos del texto aprobado en Barcelona. Respeto a la Constitución y respeto a la solidaridad interterritorial. He ahí lo que los extremeños esperan del trámite parlamentario del Estatut en el Congreso.