La profunda crisis por la que pasa la cooperativa hortofructícola Caval, de Valdelacalzada, se ha cobrado la primera víctima: su gerente, Manuel García González, dimitió en la tarde de ayer una vez que en la asamblea en la que participaron 164 socios se pusiera de manifiesto que sus apoyos apenas llegaban al diez por ciento. La dimisión de García González estaba cantada, en primer lugar porque su situación era insostenible después de que tanto los socios como los vecinos de Valdelacalzada, con el paro de ayer, hayan mostrado con contundencia que habían perdido su confianza en él; en segundo lugar porque ha sido el principal responsable de haber llevado a la cooperativa, una de las más señeras e históricas del sector hortofructícola de la región, a la situación en que se encuentra; en tercer lugar, porque también ha sido el ya exgerente el que ha estado jugando al gato y al ratón con los cooperativistas, a quienes no les ha ofrecido información fehaciente sobre la situación financiera de la sociedad. En este sentido, no es de recibo que los socios hayan tenido que recabar datos fuera de Caval sobre el verdadero alcance del agujero, porque el gerente solo ofrecía datos alejados de la realidad, y que solo haya admitido reunirse en asamblea con ellos después de varios días de encierro.

El problema de la cooperativa, sin embargo, es que la dimisión de García González es condición necesaria para enderezar el rumbo, pero no es ni mucho menos suficiente. En este sentido, ayer era perceptible el alivio que había entre los socios por haber salvado lo que algunos denominan "el primer escollo", la dimisión del gerente, pero a nadie se le oculta que a partir de ahora queda lo más difícil: establecer un plan de viabilidad, que en principio está previsto presentar a la asamblea el próximo día 14, para lo cual se necesita un equipo capaz de negociar con las entidades financieras. El hecho de que el resto de miembros de la Junta Rectora de la cooperativa permanezcan en sus puestos, ratificados por la asamblea, es una buena noticia, porque impide que la sociedad sufra un vacío de poder que llevaría al desconcierto.

El papel que juegue la Junta de Extremadura en apoyo del plan de viabilidad será decisivo para que la cooperativa no se vea inmersa en una situación irreversible. El esfuerzo que haga la Junta, que deberá centrarse en evitar los embargos por la falta de respuesta a la deuda financiera, no lo estará haciendo solo por el futuro de una gran empresa, sino también por el de un sector, el de transformación y comercialización de los productos agrarios, que es estratégico para la región. De algún modo, el fracaso de Caval, cuya sector de actividad tiene muy razonables expectativas de futuro, sería en parte el del comercio agrario extremeño.