WHwoy tiene lugar uno los actos centrales del programa conmemorativo del centenario del patronazgo canónico de la Virgen de la Montaña sobre la ciudad: la bajada de la imagen y su posterior traslado a la concatedral de Santa María después de celebrada la misa en la Plaza Mayor. A estos actos le han precedido otros, como el pregón que el alcalde, José María Saponi , pronunció el pasado viernes y le seguirán más --muchos de ellos, ni siquiera rozan lo piadoso-- hasta que el domingo 7 de mayo la Virgen vuelva a la Montaña.

Son celebraciones, como es obvio, religiosas, de ensalzamiento de la Madre de Cristo como patrona de Cáceres y de expresión de la vocación que miles de cacereños sienten por ella, pero sería un error considerar estas celebraciones sólo desde el punto de vista de la devoción, porque la Montaña es un símbolo de la ciudad que trasciende su valor religioso. Vivimos, afortunadamente, en una sociedad laica y un Estado aconfesional. Por tanto, los acontecimientos religiosos son, en sí mismos, privados, y si son asumidos por una parte significativa de la sociedad es porque ven en ellos una representación más ciudadana que estrictamente de culto.