Holanda sigue el ejemplo de Finlandia y elimina de los bolsillos de los consumidores las monedas de uno y dos céntimos de euro. Quieren acabar con la molestia de esas dos piezas minúsculas a la hora de pagar o devolver el cambio. Hay intenciones similares en Alemania y Bélgica. En todo caso, los acuerdos entre comerciantes, consumidores y banca comercial no suponen la supresión del curso legal de esas dos monedas, porque la decisión es del Banco Central Europeo, que para hacerlo necesita la aprobación de los gobiernos de la eurozona.

En España, eliminar el uso de las monedas de uno y dos céntimos de euro no es recomendable mientras siga el abuso del redondeo al alza del precio de los productos de primera necesidad. Ha contribuido, además, el mal ejemplo de las tarifas de servicios públicos, que en el mejor de los casos solamente cuentan sus incrementos a partir de los cinco céntimos (8,31 pesetas). La conversión del euro a pesetas se tuvo que hacer sobre una cifra totalmente inadecuada para que los consumidores pudieran adaptarse. Sí lo hicieron, en beneficio propio, fabricantes y vendedores. Por eso no debe desaparecer la calderilla, aunque sea un engorro.