Hace solo unos días he terminado la lectura de una gruesa novela histórica, de las que tanto proliferan actualmente en los escaparates de las librerías, ambientada en los "annales" de la vieja República de Roma, cuando sus legiones peleaban contra la poderosa Cartago, en la segunda de las llamadas en los manuales: "Guerras Púnicas"; de las que fueron protagonistas: uno de los cónsules más conocidos y admirados de la época, junto a su hijo del mismo nombre, protagonizando con sus hazañas y victorias los tres gruesos volúmenes en los que se divide la obra.

Lo primero que sorprende del "estilo literario" utilizado por el autor es la fidelidad para copiar --incluso frecuentemente para "fusilar"-- los artículos difundidos por Wikipedia en sus páginas de consulta. Hasta el punto de que creo que deberíamos ya hablar de un nuevo género de novela histórica: la Wikinovela; muy practicada y difundida en los ambientes literarios españoles.

También he descubierto en las páginas de este volumen, que de un tiempo a esta parte --posiblemente por la accesibilidad generalizada a Internet-- se puede publicar de todo, sin prácticamente saber de nada: desde los más absurdos planteamientos sobre el pasado nacional, hasta pasajes de la antigüedad o del mundo medieval, en los que los protagonistas van y vienen poco menos que en automóvil, a juzgar por los breves tiempos de sus recorridos.

XTAN NOTABLEx desconocimiento sobre el pasado, como se demuestra en esta peculiar novela, debe ser propio del "genio hispano"; porque, con harta frecuencia, los autores de estos "bodrios" literarios --como ocurre en este caso-- aparecen como falsos historiadores, profesores de universidad, filólogos o doctores, metidos a narradores de secuencias y pasajes del pesado, en los que se traslucen sus inmensas lagunas, profundos desconocimientos, despistes y distorsiones que sobrepasan gravemente las famosas "licencias literarias" a las que se suelen acoger los que no tienen ni idea ni base intelectual para hablar de lo que hablan. También es posible que muchos de estos despropósitos no sean atribuibles a los propios autores, sino a las condiciones impuestas por las editoriales para conseguir unos niveles de venta que les permita hablar de "bestsellers" --muy de moda en la literatura actual-- y hacer una publicidad mucho más agresiva sobre lo que los lectores deben encontrar en las páginas de los gruesos tomos. Novelas que serían obras magníficas y equilibradas con 400 páginas, se convierten en "bodrios" cuando la editorial exige en el contrato de edición que tengan, por lo menos, 800; con lo que hay que "rellenar" de paja la mitad del libro, cueste lo que cueste.

Otra de mis sensaciones "post legendum" ha sido más divertida --casi de risa-- pues en las descripciones, expresiones, denominaciones y planes militares expuestos por el "famoso general" --como le llama el autor-- que escapan a toda comprensión histórica; ya que no concuerdan en nada con lo que la historia social romana nos dice de aquellos tiempos, pareciendo ideas bastante ingenuas para explicitar las frecuentes victorias del tal general.

Posiblemente, la explicación de tanto disparate y de tanta incongruencia esté en el hecho de que el autor se haya limitado a reproducir una detestable traducción norteamericana al inglés de la obra de Tito Livio "Ab urbe condita", mal vertida a un castellano "macarrónico" y desnaturalizado; en el que se conservan expresiones y modismo del Oeste del Mississippi, en boca de los centuriones, cónsules y legionarios del ejército romano. --¡Mi general! ¡ Mi general!. Tenemos un problema con los carpetanos--. Grita en uno de los pasajes un emisario, dirigiéndose a Aníbal Barca . --¡Voy a terminar con este asunto de los carpetanos, de una vez para siempre¡--, responde Aníbal.

--¡El que no cumpla estas órdenes, tendrá que vérselas luego con el propio Aníbal¡-- Se dice en otro pasaje en tono amenazante. Diálogo más propio de un "western" que de una novela de romanos... Sentía gotas de sangre; pero no estaba dispuesto a perderme el desayuno... --Dice uno de los personajes herido en un encuentro con sus enemigos. El análisis puntual de todos estos "gazapos" y errores históricos --¿histriónicos?-- sería inacabable, pues cuenta con tres gruesos volúmenes de más de 800 páginas cada uno, con lo que su lectura podría llegar a ser una verdadera "matraca para sufrir y no acabar. Quizá lo más lamentable de este fenómeno sea que los dichosos "bestsellers" y el afán de negocio de los editores, están acabando con el buen gusto y la belleza del arte narrativo tradicional.