El periodo de confinamiento durante la primera oleada de la pandemia ha dado un impulso decisivo al comercio electrónico, tanto a una plataforma de ambición global como Amazon como a los servicios de entrega a domicilio de alimentación y restauración, con cerca del 90% del mercado controlado en España por JustEat y Glovo. Con una distinción: mientras en un caso el desplazamiento de las compras al comercio digital amenaza con poner en serias dificultades al tejido comercial local, los servicios de entrega a domicilio han sido un salvavidas para el sector de la restauración. Y con un elemento en común: el comercio digital es necesariamente también físico en todos los tramos de la cadena de distribución. Y particularmente en el último de ellos, el que llega hasta la puerta del comprador, se caracteriza por un modelo laboral cuestionable. En algunos casos, por la resistencia de algunas empresas tradicionales del sector a aplicar incluso el SMI, o por las duras condiciones en que se desarrolla el servicio. En lo que respecta a los recién llegados al sector, las grandes plataformas de delivery, por la negativa a reconocer una relación laboral con los riders, algo que ha topado una y otra vez con sentencias de los tribunales y sanciones de la inspección de Trabajo que han sostenido que la condición de autónomos de estos trabajadores es fraudulenta, además de perjudicar a los intereses de la Seguridad Social.